María Soledad Anjari y su agrupación Kimal Mujeres de Montaña se encontraban en medio de una expedición al cerro Quimal de San Pedro de Atacama. Lo que parecía una travesía segura pronto se transformó en una pesadilla, producto de las negligencias de la empresa contratada para hacer de guía turístico y que ocasionó que se perdieran durante toda la tarde del domingo.
Se trata de una excursión que Anjari venía programando desde marzo junto a sus compañeras montañistas Marlén Rolfs, Bernardita Silva, Constanza Muñoz y Carolina Fuentes, que constaba de subir cuatro cerros de la zona cordillerana, estos son el Cerro Toco, el volcán Láscar, el cerro Quimal y el grupo volcánico Sairecabur.
Gracias a la experiencia por parte de una amiga, también dedicada a esta disciplina, les hizo llegar a la firma MW Expediciones Andinas, cuyo propietario y guía a cargo es Mauricio Guerra Jara, quien junto a otro funcionario fueron los responsables de encaminar en la jornada a María Soledad y su grupo hacia la cima del Quimal.
En conversación con Calama En Línea, la montañista relató con lujo de detalle todo lo que vivió ese día junto a sus amigas, quienes cuentan con dos años insertas en estas actividades, teniendo que cancelar este proyecto sin alcanzar a explorar el Sairecabur.
EXTRAVÍO
Todo comenzó a las 5:30 horas de la mañana del domingo, cuando el grupo fue recogido por Mauricio y su par Bryan, dado que el recorrido hacia el cerro toma alrededor de cuatro horas. Sin embargo, un inconveniente avisaba que las cosas no saldrían bien.
“Uno de los guías, Bryan, venía muy enfermo, muy congestionado. De hecho, en todo momento con mascarilla porque estaba muy mal, pero aún así nos acompañó al cerro porque supuestamente era un cerro relativamente corto”.
A las 9:30 comenzó el ascenso, no sin antes pasar a desayunar. Hacía mucho calor, por lo que Mauricio les sugirió quitarse la ropa de abrigo y dejarla en el auto para alivianar la carga de las mochilas. La subida duró dos horas y media.
Una vez en la cima y tomándose las fotos de rigor, notaron que Bryan, el otro guía que venía enfermo, se sentía cada vez peor, por lo que le dijeron que no había problema con que él descendiera de la montaña antes.
“Como ya vimos que la ruta estaba clara para bajar y además le habíamos preguntado al otro guía y jefe, Mauricio, sobre cuándo fue la última vez que subieron este cerro, él dijo que hace tres semanas. Entonces le dijimos (a Bryan), “No, baja tú, y nosotros bajamos con Mauricio, no te preocupes”. Además, lo que nos interesaba es que se recuperara para poder ir hoy (martes) al Sairecabur”.
Bryan bajó, les dejó las llaves de su automóvil. Su descenso del cerro duró una hora y media hasta llegar al auto. Luego llama por radio a Mauricio para decirle que ya estaba a los pies del cerro, yéndose del lugar y regresando a San Pedro de Atacama.
El descenso del grupo de montañistas partió a las 13:30, con la decisión tomada, y siempre con Mauricio atrás. Es ahí cuando comenzaron los problemas, dado que les sugiere que se fueran por la quebrada, insistiendo en ello, y desentendiéndose con la compañera que iba a la cabeza del grupo, quien repetidas veces preguntaba si iban por el camino correcto.
“Ya nos empezó a parecer algo raro (…) Eso nunca se hace, no tienes que bajar hacia una quebrada. Él dijo que “nunca se baja por donde se sube. Hay que buscar el acarreo, que es muy fácil, y yo lo hice hace poco y me acuerdo bien. Entonces, la bajada es por acá”.
María Soledad advierte que esa parte del cerro Quimal tiene muchos bolones, condición por la que resulta difícil pisar, y que la idea principal era buscar la carretera para bajar sin complicaciones. Sin embargo, optaron por hacer caso de las indicaciones de Mauricio.
Lo preocupante vendría en cuestión de minutos cuando se dan cuenta que el guía no contaba con un GPS que pudiese orientarle. “Solo seguía su instinto, y si él había dicho que subió el cerro mil veces, siendo la última vez hace tres semanas, no había por qué dudarlo”.
Anjari recordó que su grupo mientras subía el Quimal tenía al frente un punto de referencia, el volcán Licancabur, el cual desapareció de su vista cuando bajaban del cerro, no lo vieron más. Era una señal de que iban por el camino incorrecto, y más cuando los GPS del reloj avisaban que cada vez se iban alejando del punto de origen.
Mauricio no hacía caso a ninguna recomendación hasta que se dieron cuenta que estaba desorientado. Preguntaba qué hacer, y fue ahí cuando las mujeres tomaron las riendas del asunto, haciendo todo lo que ellas le decían. Incluso, le pidieron que llamara por teléfono para pedir ayuda, no disponía de un teléfono satelital. Su radio no daba para comunicarse con Bryan, que a esas alturas ya estaba en San Pedro de Atacama.
“No sé el alcance de la radio, pero tampoco hizo un ademán de comunicarse. Nosotros a las cinco de la tarde le pedíamos que por favor activara la baliza de emergencia, él decía que no. De repente, una de mis compañeras le dice “te doy media hora para que la actives o algo vamos a hacer”. No lo hizo, y seguíamos caminando, el sol se estaba yendo, cada vez más perdidos, no tomaba ninguna decisión”.
RESCATE
Una de las montañistas sube a la cumbre de nuevo, con lo poco de fuerza que le quedaba, para ver si era posible ver algo, pero a esa hora no se veía ninguna ruta fija ni nada. Luego tomaron la decisión de bajar a un camino que se avizoraba abajo. Cada vez se obscurecía más, por lo que era importante al menos situarse en un lugar plano, lejos de los bolones.
María Soledad contó que incluso se resbaló en uno de los bolones, hiriéndose el brazo. “¿Tú crees que él se detuvo a curarme, o a verme? Nada, él siguió. Una compañera se devolvió y me puso algo para que no se me infectara la herida”.
Llegaron a un terreno plano, a una especie de ruta de camino. No sabían si era un curso de río o un camino habilitado para vehículos. Eran alrededor de las 18 horas, y es ahí cuando Mauricio activa la baliza de emergencia. La duda era si los equipos socorristas podrían detectar la señal tan pronto como para buscar al grupo extraviado.
Ya estaban en tierra firme, seguras, aprovechando la luna llena. No era una noche helada y ventosa, pero en ese rato desconocían si la temperatura empeoraría en horas de la madrugada.
Más adelante, vieron a lo lejos las balizas de emergencia de un grupo de rescatistas que salió a su búsqueda. Los socorristas sabían dónde estaba el auto, con el apoyo de otra agencia que tenía una idea sobre dónde se debía subir. En el camino vieron las luces y se detuvieron para que así las montañistas y los equipos de rescate pudieran reunirse.
“El guía (Mauricio) venía atrás, en muy malas condiciones. Nosotras estábamos súper enteras, lo único que nos faltaba era el agua. ¿Y el guía? Preguntaron ellos. Les dijimos “atrás viene” y no lo podían creer, porque venía hecho pedazos”. María Soledad comentó que incluso era posible seguir caminando unas seis horas más sin agua.
El grupo de extraviados recibió agua y comida. La pesadilla había terminado.
María Soledad cerró su relato aclarando que ellas solo buscaban acotar los riesgos, algo que tienen muy en consideración en la disciplina, razón por la cual contrataron a un guía turístico, y que de no haber sido porque estaban preparadas con todos los implementos requeridos en la travesía, el destino habría sido otro.