Dra. Déborah Oliveira, académica de Enfermería, académica de Facultad de Enfermería, Universidad Andrés Bello, Sede Viña del Mar.
El número de personas mayores ha aumentado significativamente en las últimas décadas en todas las regiones del mundo. Para 2050, las personas de 65 años o más representarán casi el 40% de la población en algunas partes de Asia oriental y Europa. Lo que a países como Francia les tomó más de 100 años en lograr (en términos de estructura de edad), a países como Chile le tomó poco más de 20 años. Esto significa un gran triunfo del desarrollo, puesto que muchas personas viven vidas más largas y saludables, teniendo menos hijos a medida que se enriquecen y educan. Sin embargo, esto también trae enormes desafíos. La medida en que todos podamos beneficiarnos de este logro social dependerá en gran parte de nuestras elecciones de políticas gubernamentales y cambios de comportamiento, incluyendo la manera en cómo nos relacionamos, cómo distribuimos y utilizamos los recursos ambientales que nos rodean, y la forma cómo consideramos a las personas mayores en nuestra sociedad.
Los desafíos planteados por una sociedad que envejece han sido cada vez más discutidos por medios de comunicación, economistas e investigadores de la salud. Tendremos que cambiar la forma en que abordamos el mercado laboral y los sistemas de pensiones, de asistencia social (donde existan), las modalidades de cuidados, y los sistemas de vivienda, si queremos tener sociedades sostenibles, equitativas y más justas. Necesitamos cambiar la forma en que abordamos las elecciones que hacemos con respecto a la producción, el consumo y el comportamiento para ser más saludables para nuestra propia salud y entorno. Tomar mejores decisiones en estos ámbitos permitirá hacer un mejor uso de este fenómeno mundial y mitigar el impacto negativo que este cambio demográfico pueda tener.
El envejecimiento saludable aún no es una opción para muchos pues existen altos niveles de desigualdad. Por ejemplo, aunque las mujeres tienden a vivir más tiempo, padecen más años con morbilidades y dependencia de cuidados, a pesar de que forman parte de la mayoría de los proveedores de atención no remunerados en el país. Si no cambiamos la manera en que distribuimos nuestros recursos y avances en ciencia / tecnología hacia una sociedad más equitativa, es probable que aquellos que ya son más favorecidos socioeconómicamente se beneficien al máximo de este envejecimiento por más tiempo, creando una brecha de desigualdad aún mayor entre los grupos.
Los estudios demuestran que las opiniones y sentimientos negativos hacia el envejecimiento (ej.verlo como una carga financiera para las generaciones más jóvenes, todas las personas mayores como dependientes de cuidados y enfermas, etc) pueden tener enormes efectos negativos para nuestra propia salud y para la salud de los demás. Los puntos de vista edadistas pueden incluso acortar nuestras vidas por varios años. Lo más probable es que la mayoría de nosotros vivamos más tiempo que nuestras generaciones mayores. Por lo mismo, necesitamos replantear el cómo vemos, sentimos y actuamos hacia el envejecimiento para que podamos valorar y estar orgullosos de ser y tener personas mayores a nuestro alrededor.