Hoy celebramos la junta nacional de Gobierno de 1810, primer hecho que devino ocho años después en la independencia de Chile. Lo cierto es que para cuando se realizaba la primera junta de Gobierno, Calama era un oasis de paso de cuya existencia nunca se hubo de enterar Mateo de Toro y Zabrano, Bernardo O’Higgins, Miguel Carrera o Lord Cochrane. O de saber de su existencia, tampoco les habría importado puesto que ese lugar se ubicaba en una zona que no era de su interés patrio.
Sabido es que Calama hasta 1879 pertenecía a Bolivia, pero para cuando comienzan los eventos emancipatorios en América latina, Bolivia ni siquiera se había constituido como nación (Simón Bolívar oficializó la creación del Estado altiplánico recién en 1825), por ende, ¿cuál era el estado de la comuna hace 210 años?
Calama toma importancia como tal ya en los primeros años de la llegada de los españoles durante el siglo XVI. La Real Audiencia de Charcas (una especie plan regulador del imperio español en sus entonces territorios del sur de América) definió que la ciudad pertenecía al Virreinato de la Plata, pero nunca se especificó el nombre de Calama, sino a San Pedro de Atacama.
Poco se escribió de Calama en ese entonces, dado a que era considerado solo un oasis al paso (o un Tambo). Inclusive la importancia eclesiástica en ese tiempo la tenían San Pedro de Atacama y Chiu Chiu (motivo por el cual hasta hoy ostentan sus coloniales iglesias).
Por ello, y en base a historiadores como el boliviano Roberto Querejazu Calvo en su libro “Guano, salitre y sangre” especificaba que Calama para inicios del siglo XIX siempre fue considerado el oasis más extenso que comunicaba al Alto Perú (hoy Bolivia) con la zona costera. Es decir, un lugar donde descansaban los arrieros y comerciantes, a la vez que dejaban a sus animales pastar por las ricas llanuras del entonces fértil vergel.
Calama ya comienza a concentrar más interés estratégico y político a mediados del siglo XIX, dado a que era el oasis más fértil del entonces litoral boliviano, cuya administración política se encontraba en Potosí. Por ende, el oasis era un punto perfecto de reabastecimiento para las caravanas y mensajeros que debían transitar desde el entonces puerto boliviano de Cobija hasta las alturas de Potosí, cruzando en el intertanto el desierto más seco del mundo.
Como es sabido, esta historia terminó con la ocupación del ejército chileno del poblado el 23 de marzo de 1879, el primer enfrentamiento de la Guerra del Pacífico que devino en que hoy la ciudad se mantenga bajo soberanía nacional.