La tarde del miércoles 19 de noviembre de 1879, se desencadenó una de las mayores batallas militares de la Guerra del Pacífico, la cual confrontó al Ejército de Chile contra el Ejército del Perú y algunos escuadrones de Bolivia en el cerro San Francisco (a unos a unos 30 kilómetros al sureste de Pisagua, región de Tarapacá), conocido hoy como la “Batalla de Dolores”.
Las tropas chilenas en esta contienda fueron lideradas por el coronel Emilio Sotomayor, las cuales rechazaron exitosamente a las fuerzas aliadas dirigidas por el general peruano Juan Buendía, en las inmediaciones del pozo de Dolores, una región salitrera ubicada entre Pisagua e Iquique.
Se estima que las fuerzas que se enfrentaron en aquella jornada fueron 6.500 soldados de parte de Chile versus 9.900 soldados de parte de la alianza de Perú y Bolivia. Pese a que ambas fuerzas se habían avistado a la distancia, prefirieron no entablar combate dado a que ambos ejércitos esperaban refuerzos, por lo que solo se mantuvieron en alerta durante toda la mañana del día 19.
COMIENZA LA BATALLA
Los chilenos se encontraban apostados sobre el cerro San Francisco, el cual poseía una aguada. Algunos soldados de la alianza se aproximaron a la aguada solo para beber, lo que puso en pie de alerta a los chilenos. Fue en este momento cuando un soldado chileno pega un tiro al aire como advertencia para que los adversarios no se acercaran tanto al cerro, lo cual motivó un ataque automático de parte de las fuerzas de la alianza contra las posiciones chilenas.
Durante el cruento ataque adversario, Chile resistió a duras penas las arremetidas de un enemigo superior. Aquí destacó la figura del capitán de artillería, mayor José de la Cruz Salvo, cuyos hombres debieron batirse cuerpo a cuerpo para defender sus cañones. El refuerzo de los soldados del Batallón Movilizado Atacama y del Coquimbo permitió defender esta posición y que la artillería continuara con su fuego certero, mientras que, en el resto del campo, la batalla se había generalizado.
El general Buendía insistía en envolver la posición chilena, pero los aliados fueron rechazados en todos los sectores. Finalmente, el ataque enemigo, producto de los fuegos de artillería, perdió el ímpetu y al notar la retirada de su caballería, se precipitó la del resto de las fuerzas.
Tras la batalla, se contabilizaron más de 60 muertos por parte de Chile y 220 por parte de la alianza, sin contar los heridos. Esta fue una de las batallas más encarnizadas en suelo chileno durante la Guerra del Pacífico.