Hoy 5 de septiembre se conmemora el día de las mujeres indígenas, efémeride establecida por la ONU en 2015 en recuerdo a la ejecución de Bartolina Sisa, mujer aymara que se reveló ante la conquista española a fines del siglo XVII junto a su marido, y que terminó siendo traicionada, capturada y entregada a las autoridades del virreinato del Perú, quienes decretaron que fuese arrastrada por un caballo hasta la muerte.
Sisa nace en lo que hoy es La Paz, Bolivia (en ese entonces Virreinato del Perú) en 1750 y durante su vida adulta se dedicó al comercio de la hoja de coca. También se sabe que era una mujer curtida en el arte de la caza y dominaba el uso del mosquete (tipo de fusil medieval) y el tiro de honda.
A los 25 años se casa con Tupac Katari, caudillo aymara a quien se le une en sus diversas rebeliones ante la ocupación de los españoles, siendo partícipe en la más importante que tuvo lugar en 1781, en donde se unieron Aymaras y Quechuas. En este levantamiento participaron más de 150 mil indígenas de la zona.
Junto a su marido y al conocido líder Túpac Amaru logran cercar la ciudad de La Paz e inician un asedio en marzo de 1781, el cual dura poco más de cien días. No obstante los españoles logran abatir el cerco luego de que líderes indígenas fuesen sobornados por los hispanos. De esa manera, los líderes del asedio fueron capturados y condenados a muerte.
Respecto al suplicio de Bartolina, el testigo Francisco Tadeo Díez de Medina, oidor (título monárquico para un juez) del lugar, describió el cruel padecimiento por el cual dieron muerte a esta mujer de 32 años el 5 de septiembre de 1782.
“A Bartolina Sisa, mujer del feroz Julián Apaza o Tupac Katari se la condena en pena ordinaria de suplicia y que sacada del cuartel a la plaza mayor por su circunferencia atada a la cola de un caballo con una soga de esparto al cuello, una coroza de cuero y plumas y un aspa afianzada sobre un bastón de palo, en la mano, y a voz de pregonero que publique sus delitos sea conducida a la horca y se ponga pendiente de ella, hasta que naturalmente muera y después se claven su cabeza y manos en picotas con el rótulo correspondiente, y se fijen para el publico escarmiento en (…) los lugares donde presidia sus juntas sediciosas y hecho después de días se conduzca la cabeza a los pueblos de Ayo ayo y Saphaqui, de su domicilio y origen en la provincia de Sica Sica con la orden para que se queme después de tiempo y se arrojen sus cenizas al aire”.