Al mediodía del viernes 6 de agosto de 2010 comenzó a circular en los medios nacional una información que señalaba que una cantidad indeterminada de mineros habían quedado atrapados en una mina en las cercanías de Copiapó, hecho que había ocurrido a las 14:30 hrs. del día anterior. Con el correr de las horas se supo que eran 33 hombres sepultados a más de 700 metros de profundidad tras un derrumbe en la mina San José.
Comenzó de inmediato un gran operativo en el que hubo muchos involucrados, desde el gobierno hacia abajo. Lo primero que había que hacer era saber con certeza si continuaban con vida. Con esa duda los familiares de los atrapados y el país entero pasó en vilo aquel 10 de agosto, por cuanto no hubo fiestas en favor de San Lorenzo, sólo plegarías dirigidas a él.
Hasta que el domingo 22 de ese mes, una sonda alcanzó el refugio donde los cálculos indicaban que podían estar todos o los que hubieran sobrevivido. Se oyeron martillazos desde las profundidades y la esperanza volvió a florecer: había mineros vivos. Cuando la “paloma” de la sonda regresó a la superficie la esperanza se convirtió en júbilo. Un escueto, pero trascendental mensaje confirmaba lo que todos deseaban: “Estamos bien en el refugio los 33”.
Durante casi dos meses por el mismo orificio que dejó la sonda se les suministró alimentos, ropa, artículos de aseo y tecnológicos para su entretención y otros insumos para ayudarlos a hacer más grata la estadía a la espera del rescate. Este finalmente ocurrió el miércoles 13 de octubre y el hecho se constituyó en unos de los mayores hitos de nuestra historia. Aquel día todo era alegría, júbilo, esperanza y los ojos del mundo estaban puesto en nuestro país y en esos 33 valientes que soportaron más de dos meses bajo tierra con la incertidumbre de saber si volverían a ver la luz del sol.
Comenzó así para ellos la fama. Efímera como suele ser. Hubo flashes, entrevistas en la televisión, portadas en prestigiosos diarios de Chile y el mundo, homenajes en estadios europeos, hasta una película, pero el final feliz no se prolongó más allá. A 10 años el grupo se encuentra disgregado. La brutal experiencia no logró cohesionarlos como sucedió por ejemplo con los rugbistas uruguayos que se estrellaron en Los Andes en 1972.
Hoy algunos alegan olvido y desamparo, sin embargo hay uno que disiente de esa postura casi generalizada entre los 33. Es Juan Illanes, quien señaló a El Mercurio de Valparaíso (citado por EMOL) que “claramente” sus compañeros no querían avanzar. “Parece ser que viven en un mundo a parte. Y tampoco voy a romper esa burbuja. Que lo vean ellos. No maduraron. Esa es la verdad de las cosas. Se perdió la oportunidad de su vida cada uno de ellos. Y junto con eso, cerraron puertas para todo el grupo, porque faltó esa visión futurista, faltó aportar, compartir, faltó eso que estuvo abajo y se perdió (…) por egos personales, principalmente”.
Illanes también destaca que la desventura que vivió junto a sus 32 compañeros no fue en vano y dejó por lo menos algunos aprendizajes. “Luego de lo ocurrido en la mina San José, el tema de la prevención ya es masivo (…) ahora las exigencias son mayores. Los pirquineros hoy para operar tienen la asesoría de Sernageomin, porque se insertó en ese minuto fuerte para la asesoría de manipulación de explosivos, y eso incluía el traslado desde el lugar de la compra hasta el yacimiento. Así que, en ese sentido, sí sirvió”, concluyó.