El vasto territorio que comprende el Desierto de Atacama en nuestra región, desde Ollagüe a Taltal, nos presenta constantemente nuevos desafíos y, por lo tanto, como comunidad debemos ser partícipes activos en pos de una evolución positiva de nuestro entorno.
Nuestra localidad desértica presenta características únicas que se palpan en su aridez, pero al mismo tiempo este territorio es cruzado por el río más largo de Chile. Pues bien, esta afirmación nos lleva a ahondar un poco más allá para rescatar y darle un nuevo sentido a aquellas áreas geográficas en donde existen napas subterráneas que permiten que gocemos, dignifiquemos y demos otro sentido pasando de un llamado “desierto minero”a un “desierto humano”.La relevancia de los oasis, quebradas y el curso natural del Río Loa, nos conduce a seguir luchando para conservar y proteger aquellos sectores para que la biodiversidad del sector sea valorada de igual manera que los terrenos en donde se extraen minerales.
Este proceso de entendimiento y revalorización de lo que se denomina “desierto humano”, lo que busca es poder contribuir constructiva y progresivamente a la implicancia que tiene vivir en esta dualidad desértica, mejorando la calidad de vida y haciendo del oasis un espacio sostenible y sustentable. Minería-oasis, puede ser entendido de diversas maneras y nosotros queremos mostrar que poner a la naturaleza como rol principal en el desierto es posible. Sin ir más lejos y desde el marco jurídico-ambiental, apostamos a que la Quebrada Ojo de Opache debe ser considerado un Santuario de la Naturaleza dentro del oasis de Calama, cobrando aún más importancia y vitalidad y para ello las estrategias que tomen los diversos actores que influyen en políticas sociales medioambientales y económicas en nuestra región, pues serán clave en todo este proceso de resignificación del desierto humano.
Debemos dejar de estigmatizar el desierto como una zona de sacrificio humano por el sólo hecho de seguir siendo la región hegemónica respecto a su producción en la minería, y volcarnos a asumir responsabilidades para con las ciudades que se encuentran en el oasis desértico que habitamos. Este contraste hibrido entre desierto, oasis y ciudades económicamente productoras, debe ser entendido y empleado como un todo, desdibujando todo tipo de barrera que pueda haber sido impuesta; no podemos entender ni cohabitar el uno sin el otro; logrando así dignificar el desierto humano que queremos.