Basado en los principios filosóficos de bien común y del altruismo, el trabajo colaborativo es una de las estrategias educativas claves en la educación de hoy. Con una orientación inicial potenciada por las tecnologías de la información y la comunicación para trabajos masivos y la generación de gran cantidad de conocimiento compartido, esta metodología supone la creación de una comunidad que persigue metas en común y donde sus miembros pueden hacer evidentes sus habilidades, similitudes y diferencias, pero donde lo central es crear comunicación para de esta forma “construir” conocimiento y aplicarlo al desarrollo ideas para materializarlas en proyectos.
El desarrollo de esta tecnología ha sido potenciado por la virtualidad y la internet, no obstante, el fenómeno de ser parte de una comunidad y de estar co-construyendo junto a otros es mucho más antiguo que el desarrollos y evolución de las TIC.
Mientras muchos por imposibilidad, desconocimiento o incertidumbre aún siguen realizando trabajos en solitario o persisten en la prédica del conocimiento asumiendo audiencias pasivas y desconectadas, el trabajo colaborativo supone diálogo e interacciones positivas, donde la cooperación es el fundamento de su quehacer y la implicación colaborativa de cada persona es lo que finalmente garantiza que los aprendizajes sean alcanzados y exista realización tanto individual como colectiva (Mineduc 2012).
La nueva realidad que estamos viviendo ha generado la necesidad de adentrarnos en la dinámica del trabajo colaborativo y adoptar con fuerza esta metodología que gracias a la tecnología nos ha acercado, a pesar de las distancias físicas que separan a quienes hoy, desde computadores y/o teléfonos inteligentes, siguen desarrollando su trabajo. Hoy más que nunca y “reunidos” tras una pantalla (nueva forma de oficina), grupos heterogéneos de personas (por habilidades o condiciones), han generado interdependencia positiva para el desarrollo de sus tareas, lo que sin dudas exige cada vez mejores habilidades comunicativas, relaciones simétricas y deseos de compartir conocimiento y donde cada persona toma su parte de responsabilidad en la ejecución de los trabajos definidos por el grupo o en los proyectos por emprender. Esas son las bases sobre las en que se sustenta el trabajo colaborativo, como extensión amplificada y robustecida del trabajo en equipo que conocemos sobradamente.
Hoy somos testigos en el mundo virtual, de la formación de “clústers” de trabajo colaborativo dedicados a las mas variadas actividades y temas donde el denominador común es generar o difundir conocimiento a costos marginales, aportando a mejorar la productividad de todo es sistema. Sin dudas, algo que llegó para quedarse y será parte de la realidad del trabajo en los tiempos post pandemia.