En vísperas del 141 aniversario de la toma del Morro de Arica (7 de junio de 1880), dedicamos una nota a la inquietante vida del militar peruano Juan Guillermo More Ruiz, marino de categoría que pereció en la cruenta jornada tratando de reivindicar, tal vez, el peor error de su vida y que a la vez, significó una contundente pérdida para su país durante la Guerra del Pacífico.
More fue uno de esos casos trágicos de la historia. Gozó de gran prestigio social al ostentar una impecable carrera militar, teniendo una destacada participación en revoluciones internas de su país como también guerras externas (participó en la toma de Guayaquil en la guerra Peruanoecuatoriana de 1859 y en el combate naval de Abtao en la guerra de Hispanosudamericana de 1865).
No obstante fue durante la Guerra del Pacífico (su tercera experiencia en conflictos internacionales), donde un pequeño error le costó no solo su trayectoria, sino que su vida y también su sitial en la historia del Perú.
Fulgurante carrera
Hijo de un marino escocés y una dama peruana, More nació en Lima en 1836. Inició su carrera naval en Inglaterra y después regresó para servir a su país, llegando a ser alférez de fragata en 1855, es decir con 19 años.
Así las cosas, participó en conflictos extranjeros a bordo de diferentes naves. Su expertiz en ámbitos navales lo llevaron a tal nivel que fue comisionado a Estados Unidos para traer dos buques blindados que había adquirido el Perú en 1868, el Manco Capac y Atahualpa (ambos hundidos durante la Guerra del Pacífico).
Ya para la década de los 70 More era tan cabrón, que se le dio el mando de la Independencia, una artillada fragata blindada que junto al Huáscar constituían las naves más potentes no solo del Perú, sino que de el Caribe. La Independencia fue para more una espada de doble filo, porque comandarla significó su mayor logro militar y a la vez, su peor tragedia.
Combate de Punta Gruesa
Iniciada la Guerra del Pacífico en 1879, el 21 de mayo mientras Prat saltaba al abordaje en Iquique, unos 15 kilómetros al sur More abordo de la Independencia se afanaba por expolonear, en una frenética persecución naval, a la pequeña goleta Covadonga comandada por otro hijo de dama peruana y marino escocés, Carlos Condell.
Es en Punta Gruesa donde la Covadonga logra encallar a la Independencia, y más por error de More que por astucia de Condell. El marino peruano (More) no distinguió que el fuerte crujir que venía sintiendo desde hace pocos minutos no era por la potencia de las calderas, sino por los escollos de la costa que estaban destrozando el casco de su nave. Cuando lo supieron ya era tarde. Encallaron de una. Condell lo advirtió, se dio media vuelta, cañoneó la cubierta del buque adversario y lo rindió.
Mientras Chile perdía en Iquique a la nave más raquítica de su escuadra (por eso la dejaron “cuidando” el puerto), el monstruoso ironclad del Perú quedaba fuera de cancha al intentar hundir una goleta apenas un gramo más insignificante que la nave del ya fallecido Prat.
En términos actuales, More fue el autor del autogol en el minuto 89, en momentos en que la disputa estaba ganada a su favor, dejando sin mundial a la selección peruana.
Consecuencias
Miguel Grau, comandante del Huáscar, no lo podía creer. En un día la Armada peruana perdió la mitad de su poderío de manera ridícula. La Independencia fue quemada por orden de Grau (sus restos aún se encuentran entre los requeríos) y More junto a la tripulación fueron enviados en calidad de prisioneros al entonces peruano puerto de Arica.
Ser juzgado por una corte marcial era lo que menos le importaba. La depresión era lo más suave que por ese momento experimentaba el marino. Según dijo su colega y también capitán de navío durante la guerra -corbeta Unión-, Manuel Villavicencio, More le confidenció “He perdido el buque que la nación me confió, asumo la responsabilidad, y pagaré con mi vida el desastre”.
En Arica fue absuelto de cargos, pero eso estaba años luz de ser un consuelo. No se le volvió a dar otro mando y su apellido fue sinónimo de torpeza y deshonra. Poco importaba su brillante carrera militar y su participación en heroicos combates. En el momento en que el hombre tenía que brillar, no brilló.
Reivindicación en Arica
Sin obtener ocupación en alguna de las unidades navales, se presenta como civil para servir en la defensa de Arica. Francisco Bolognesi, jefe militar de la plaza lo aceptó. More, sin vestir de militar, cavó trincheras y trabajó a la par con los soldados de tropa.
Para cuando se preparaba la defensa de Arica, Chile ya le había partido el espinazo a la dupla Perú-Bolivia en la batalla del Alto de la Alianza el 26 de mayo de 1880, dejando fuera de combate a estos últimos. Así que todo el frenesí del ejército vencedor ahora se aprestaba a hincar el diente en Arica, quedando rodeada por fuerzas invasoras tanto por el sur (Iquique) y el norte (Tacna).
Especulaciones dicen que More en realidad buscaba era la muerte para, al menos, remediar su catastrófico debut en la guerra con Chile, amputando una pierna a la Armada de su país el primer día que le correspondió “pega”.
Y así fue. Para la Toma del Morro de Arica la mañana del 7 de junio de 1880, More se encontraba vestido de civil (no se le permitió usar uniforme) a cargo de una batería (así le decían a los cañones) defendiendo el fuerte “Bajo”, ubicado a los pies del morro. Es decir, estaba ubicado en la primerísima primera línea.
Los pocos prisioneros peruanos tomados después de la batalla (o al menos, antes de que los fusilaran) advirtieron a los oficiales chilenos que aquel cadáver semidescuartizado vestido de poncho y pantalón que tan horrendo se presentaba ante sus ojos, correspondía a quien fuera el comandante de la Independencia. “¿Y por qué de civil?” preguntó uno de los oficiales vencedores. -“No sé. Dicen que estaba castigado”, fue la respuesta de uno de los prisioneros.
More cayó defendiendo Arica. Papelón se mandó en Punta Gruesa, sí. Pero murió en una suicida defensa (Arica era resguardada por 1.800 peruanos y Chile atacó con cerca de 5 mil) tratando de remendar su nombre.
En la actualidad sus restos descansan en el mausoleo levantado a todos los héroes peruanos de la Guerra del Pacífico en el cementerio limeño Presbítero Maestro. No obstante hasta hoy, si es que acaso se le conoce, es generalmente por ser el capitán del buque más poderoso del Perú que encalló tratando de espolonear estérilmente a una maltrecha goleta.