La mañana del miércoles 11 de enero de 1911 arribaba a las costas de Antofagasta, desembarcando por el ahora desaparecido Muelle Fiscal, una joven de 21 años que había sido invitada a la nortina ciudad a impartir clases en el entonces Liceo de Niñas (actual Marta Narea).
Su nombre: Lucila Godoy Alcayaga. Al conmemorarse este jueves 7 de abril 133 años del natalicio de la Premio Nobel en literatura, recordamos el crucial paso de Mistral por Antofagasta cuando apenas era una joven profesora que, pese a su efímera estadía, marcó a quienes fueron sus alumnas.
Nacida en la localidad de Vicuña en 1889, Godoy Alcayaga comenzó desde su infancia a escribir versos. A su vez, la joven inició su vida docente siendo profesora ayudante en 1904 en la escuela de Compañía Baja, en La Serena. En 1910 convalida sus conocimientos ante la Escuela Normal Nº1 de Santiago y obtuvo el título de «profesora de Estado», con lo que pudo ejercer la docencia en el secundario. Previo a su arribo al norte, la poetisa había estado ejerciendo la profesión en el sur, específicamente en Traiguén.
LICEO DE NIÑAS
Lucila Godoy llega a la ciudad a bordo del “Panamá”, pequeña nave que realizaba el periplo entre Valparaíso y Guayaquil. Comenzaba su vinculación con el Liceo de Niñas, que era dirigido por su amiga Fidelia Valdés.
La poetisa se desempeñó como inspectora y profesora de Castellano, compartiendo labores con sus pares, doctor Ismael Larraín Mancheño, Berta Rencoret Ovalle, Amelia Saavedra Almeida, Adelaida Fritis Calvo, Sara Mackenzie, Celia Castillo, Ramón Sánchez Iglesias y Elena Kasten.
Es en ese periodo donde la joven comienza a publicar sus primeros versos en El Mercurio de Antofagasta bajo el seudónimo que (salvo una pequeña modificación que realizaría a futuro) le haría reconocida con a nivel mundial hasta nuestros días.
Al respecto, el investigador y exacadémico de la Universidad Católica del Norte (UCN), Isidro Morales Castillo, cuenta que “el entonces reportero y luego director de El Mercurio, Fernando Murillo Le Fort, la invitó a visitar el diario. Tres días después publicó su primer artículo como colaboradora. El escrito, titulado ‘Navegando’, recogía impresiones logradas durante el viaje en barco. El 1 de febrero publicó ‘Las escuelas del bosque’, con velada crítica al sistema educacional chileno, que calificó de ‘atrasado y orientado hacia la mediocridad’. Un importante aporte fue el cuento ‘El rival’, ocasión en que por primera vez usó el seudónimo de Gabriela Mistraly. Con ‘y’ final, como recalcó Mario Bahamonde en ‘Gabriela Mistral en Antofagasta. Años de forja y valentía’, aunque algunas veces igual utilizó su nombre verdadero”.
AMISTADES E INFLUENCIA
Asimismo, para el investigador el paso de la escritora por la ciudad no fue solo un mero punto de parada en su vida, sino que también cultivó amistad con notables personalidades que hoy son reconocidas como grandes hijos de la ciudad.
En este sentido, Morales cuenta que “su trabajo en el liceo fue efectuado con devoción, la pasión creadora de una literatura muy personal y una relación humana distinta con cada persona. Además, cultivó la amistad, entre otros, con el obispo Luis Silva Lezaeta y Zacarías Gómez, un importante comerciante español que dirigía a importantes instituciones sociales de la ciudad”.
Gabriela dejó la ciudad en 1912 para seguir con su trayectoria pedagógica en Los Andes. Pero este no fue un adiós definitivo. El 4 de septiembre de 1954, después de 16 años fuera de Chile, Lucila Godoy Alcayaga visitó brevemente la ciudad.
Al respecto Morales explica que para esa oportunidad “alumnos de establecimientos educacionales rindieron homenaje a la Premio Nobel de Literatura, quien regresaba al país después de cumplir labores consulares junto a su creación literaria. La actividad se cumplió en dependencias del puerto, ocasión en que, por causa de una enfermedad no precisada, no bajó a tierra, apreciando el acto desde el barco que la transportaba a la zona central del país. La última vez que Antofagasta recibió a Gabriela Mistral fue el 19 de enero de 1957, oportunidad en que el avión que transportaba sus restos hizo escala en Cerro Moreno, donde recibió el homenaje póstumo de autoridades y profesores”.
LEGADO
Para la académica de la Universidad Católica del Norte y magíster en Literatura Hispanoamericana, María Constanza Castro, la influencia de Antofagasta en la poetisa no fue menor para su obra. “Lucila nació en el Norte Chico y ese hecho fundacional marca fuertemente su obra. Se respira el paisaje del desierto y la cultura diaguita en sus escritos. Fue una conocedora entusiasta y amante de su tierra, pero además viajó y trabajó en nuestra región. Sentimos el palpitar de los pueblos andinos en su poesía y el dolor del obrero salitrero en sus escritos”, cuenta.
El ex Liceo de Niñas (hoy “Marta Narea”) guarda un pequeño museo ubicado en su esquina de Uribe con Latorre, donde se conserva el mobiliario que utilizó la escritora en su paso por el establecimiento y también la documentación administrativa que dejó.
El director del establecimiento, Williams Butler Portales, señaló que “si uno se remonta en la historia, del tiempo en que siguió la carrera de profesor, lo primero que en Castellano -en ese tiempo, porque ahora es Lenguaje y Comunicación- les hablaban de los grandes poetas nuestros. Y por supuesto llegar a este establecimiento donde Lucila Godoy Alcayaga hizo clases, donde fue inspectora general y después fue Premio Nobel como Gabriela Mistral, de literatura, y después Premio Nacional, es para mí un orgullo, una satisfacción enorme, ya que me gusta la poesía, el arte y hoy más que nunca necesitamos recordar a nuestros poetas que dejaron y marcan una historia en nuestra sociedad”.