En Chile la pesquería artesanal de recursos bentónicos está organizada en un modelo de co-gestión, en el que los recursos pesqueros son manejados y explotados colectivamente como recursos de uso común, por asociaciones de pescadores artesanales mediante las Áreas Marinas de Explotación de Recursos Bentónicos (AMERB).
Para avanzar hacia ajustes en el sistema de manejo y co-gestión en las AMERB, la Dra. Pilar Haye Molina, académica de la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad Católica del Norte y directora alterna del Instituto Mileno en Socio-Ecología Costera (SECOS), presentó el proyecto “Explorando (des)ajustes entre escalas de conectividad social y ecológica en la pesca: Perspectivas desde las redes para informar y mejorar la sustentabilidad”, que resultó ganador del Fondecyt Regular 2023. El proyecto tiene como coinvestigador al Dr. Stefan Gelcich, director de SECOS y académico del Departamento de Ecología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y contará además con el apoyo de un equipo interdisciplinario.
Esta investigación busca evaluar cuán conectadas -o no-, están los buzos mariscadores y dirigentes en las AMERBS, respecto a tres de los principales recursos de fondo rocoso en Chile: el loco (Concholepas concholepas), lapa negra (Fissurella latimarginata) y erizo rojo (Loxechinus albus). Con esto se pretende comprender la dinámica del sistema, para avanzar a medidas de manejo que permitan mejorar el estado de las poblaciones, los medios de vida de los pescadores y la sustentabilidad, en general, de este sistema socio-ecológico costero.
“La pesca artesanal es un sistema socio-ecológico clave en nuestras costas, pero existe una laguna de conocimiento en la investigación sobre cómo operan a distintas áreas geográficas la gestión de los recursos en sus dimensiones sociales (caletas de pescadores) y la conectividad ecológica (relación entre poblaciones de las especies que son los recursos). Para avanzar hacia una mayor sustentabilidad a largo plazo de la pesquería artesanal de los sectores involucrados, es necesario considerar, y que sea coherente con, la conectividad ecológica que tienen las especies en el manejo de los recursos”, explicó la Dra. Pilar Haye.
EXPLORAR LA CONECTIVIDAD
Las especies marinas varían en su capacidad de dispersarse entre áreas geográficas. Esto sucede porque los organismos adultos que habitan en las rocas, liberan larvas que tienen la capacidad de dispersarse entre sitios hasta alcanzar la adultez, en donde se establecen en las rocas. Algunas especies tienen muy bajo potencial de moverse entre sitios, ya que siempre están en el fondo o en las rocas. Sin embargo, la mayoría de las especies tienen estados de vida larvales, en los que viajan por la columna de agua por días, semanas e incluso muchos meses.
En estos casos, las poblaciones de distintas áreas geográficas pueden estar ecológicamente conectadas, por sus estados larvales. Por lo tanto, los impactos de explotar recursos en el mar, o de cuidar los recursos, pueden ser percibidos no solo en el territorio donde se están extrayendo y cuidando, sino también en otras áreas geográficas distantes, que pueden estar conectadas ecológicamente. Así, la conectividad ecológica es determinada según cuánta relación hay entre dos poblaciones de una misma especie, que están geográficamente separadas. Esto puede abarcar, por ejemplo, más de una región.
Por su parte, los recursos manejados por las AMERB, son gestionados localmente por organizaciones de pescadores artesanales, que proponen un plan de manejo para cada recurso en un área determinada. De esta forma, el manejo que le da una AMERB a un recurso no está necesariamente conectado con el manejo que le den a ese mismo recurso, otras organizaciones en zonas cercanas o en otras regiones.
Con esto, se visibiliza que el manejo de los recursos no estaría alineado con la biología de estas especies. Al no haber coherencia entre las dimensiones sociales y ecológicas del sistema, en algún sector se puede, por ejemplo, sobreexplotar una especie, lo que podría afectar a otras áreas de manejo en lugares cercanos. Es decir, las personas -y, por ende, el manejo de los recursos-, operan en un área geográfica pequeña, logrando una baja conectividad (social) entre áreas de manejo, a pesar de que su biología muestra que funcionan en áreas geográficas grandes, traspasando incluso regiones.
ESTUDIO
Al referirse a la investigación, la Dra. Pilar Haye explicó “este estudio busca disminuir la brecha de la diferencia entre las escalas. Hay una discordancia en cómo las personas gestionan el recurso y cómo la naturaleza funciona. Si no hay coherencia esto lleva a que sea poco sustentable en el tiempo, porque no se cuida según la biología de las especies, si no según las necesidades humanas”.
El trabajo de investigación se desarrollará en 30 AMERBS, ubicadas entre la costa de la Región de Atacama a la Región de Valparaíso, área donde se hará un análisis de redes sociales y ecológicas. Por un lado, las redes sociales mostrarán cómo se conectan las personas, a través de indicadores como el trabajo previo, cadena de mercado, y relaciones de confianza. Por otro lado, estimarán las redes ecológicas a través de la conectividad genética entre sitios usando el ADN como código de barras, que permitirá ver muchos individuos por sitio y ver cuánto parecen entre sitios (más parecidos implica más conectividad). Con esto, se evaluarán las brechas que existen entre la(s) escala(s) geográfica(s) a la que opera el recurso explotado y la(s) escala(s) sociales en este relevante sistema socio-ecológico conformado por los recursos de fondos rocosos y quienes lo explotan/manejan.
“Un gran desafío científico de proyecto será definir el mejor método para evaluar el desajuste entre las escalas (social y ecológica) usando redes. Este es un proyecto que en sí es una plataforma de aprendizaje, que nos permitirá proponer, en su última etapa, un manejo del recurso más coherente y coordinado entre las dimensiones sociales y ecológicas. Si bien recién estamos viendo cómo analizar adecuadamente estos desajustes, lo que avancemos va a ser importante para dirigirnos hacia una mayor sustentabilidad de estos recursos y para el estudio de desajustes en otros sistemas socio-ecológicos”, agregó la académica.