Un episodio poco conocido de nuestra historia regional fue cuando en la zona (entonces provincia boliviana) se intentó implantar una camada de camellos para generar una red de contacto más expedito entre La Paz y el puerto de Cobija.
El experimento fue realizado durante la primera mitad del siglo XIX, específicamente entre los años 1846 y 1847. Recordemos que Bolivia se crea como Estado en 1825, cuando Sucre envía a uno de sus generales a hallar una salida marítima a la naciente nación altiplánica, fue así que se designó a Cobija (antes, Puerto Lamar) como su puerto mayor.
Pero uno de los primeros problemas que surgió fue la conectividad con el interior, siendo los puntos más próximos San Pedro de Atacama y Oruro. La dificultad de atravesar las sierras bolivianas, el mortífero Desierto de Atacama y luego la cadena costera de la cordillera de la costa hacía casi imposible una comunicación con Cobija que no tardase más de un mes.
Pero fue en 1846 durante el gobierno del militar José Ballivián Segurola que se les ocurrió exportar camellos desde el Oriente, pensando en que como eran animales enormes y aptos para los largos tránsitos por zonas áridas, serían ideales para instaurarlos como tráfico caravanero entre la región de Antofagasta (en ese tiempo no existía como tal) y Bolivia.
El sitio Caminantes del Desierto cita una crónica de la época sobre este respecto, “una crónica de entonces comentaba la presencia de estos animales en estos términos: “Los socios del negocio del guano han traído al puerto de Cobija 35 camellos, que el gobierno les pidió con el patriótico y laudable designio de aclimatar y propagar, en el territorio de la República, esa nueva y preciosa cría de ‘acémilas’, que puede dar grandes facilidades y economías al transporte de nuestros productos”.
Pero lamentablemente para estos animalitos, el proyecto fracasó porque los camellos no pudieron adaptarse a un territorio bastante inhóspito y de grandes contrastes. La mitad de ellos sucumbió en el desierto y el resto (Según escritos) fueron sacrificados.
Décadas después Cobija sucumbiría ante pestes, poco interés político y finalmente por el terremoto y maremoto en 1877, cayendo en desmedro ante el potente surgimiento de Antofagasta. Tras la guerra del Pacífico, las autoridades chilenas dieron nulo valor al puerto, por lo que hoy solo le sobreviven viejas murallas en medio de la arena en donde de vez en cuando, sobresalen huesos de camellos.