Las recientes lluvias que cayeron sobre Calama no solo dejaron calles húmedas y un cielo gris. También desataron una tradición que, año a año, revive con fuerza: la venta y preparación de picarones. Basta con abrir Facebook Marketplace o Instagram para ver cómo se multiplican las ofertas de este clásico dulce chileno, mientras los locales tradicionales desempolvan sus recetas familiares.
Para el chef calameño Rigoberto Verdejo, este fenómeno tiene una explicación muy simple y profundamente arraigada en la cultura local. “A ver, el frío te pide calorías, algo abrigadito. Entonces, a mi parecer es eso: la búsqueda de abrigo, calor y confort. Y, por supuesto, la tradición. Es propio del cuerpo en tiempos más fríos consumir alimentos más calóricos y reconfortantes”, comenta.
Verdejo agrega que las especias cálidas como canela, clavo y cáscara de naranja, presentes en la clásica miel de chancaca, evocan sensaciones de abrigo y hogar. “Más que un postre, ¡es un rito aquí en Calama! Llueve y el antojo de sopaipillas o picarones es inevitable. Cada familia guarda su receta: más dulces, con más o menos chancaca… pero todas tienen algo en común: unir a la familia en torno a la mesa”, explica.
Y para quienes se animen a prepararlos en casa, el chef entrega un dato práctico: “Fríelos a fuego medio, entre 165° y 170°, para que se cocinen bien sin arrebatarse, y una vez dorados, pásalos a una rejilla para que no queden aceitosos”.