Hace exactos 1010 años, precisamente un 29 de julio del año 1014 de nuestra era, se producía en el sureste de Europa la batalla de Clidio, célebre a nivel histórico por los horrores que hicieron los vencedores contra los vencidos.
Esta batalla enfrentó al entonces Imperio Bizantino (herederos del imperio romano de oriente) contra el naciente imperio Búlgaro. Este combate se generó después de años de asonadas militares entre dichos bandos.
Para Clidio (o batalla de Belasica, dado a que se produjo en un cordón montañoso en la actual Macedonia), los bizantinos comandados por el general Nicéforo Xifias impusieron una aplastante derrota a los búlgaros, aniquilando todos sus intentos de revuelta.
CEGADOS
Pero lo característico de esta batalla fue la consecuencia que los bizantinos impusieron a los búlgaros una vez finalizada la batalla. El rey bizantino Basilio II dio órden de dar un castigo “moral” a los búlgaros.
Este castigo consistió en que los derrotados (cifras históricas los estiman entre 8 a 15 mil búlgaros) fueron ordenados en filas de 100, de los cuales a 99 se les arrancaron ambos ojos, y dejando solo a uno tuerto.
¿El objetivo? el tuerto debía ser quien debía guiar a los otros 99 cegados de vuelta a su país. El objetivo psicológico de esta medida de Basilio II era que los ciudadanos búlgaros conocieran a lo que se arriesgaban si volvían a atacar a los estados de Bizancio.
Tal nivel de horror provocó esta medida, que el emperador búlgaro Samuel I falleció de un colapso nervioso al ver a sus filas cegadas guiadas por un tuerto ingresando a la ciudad.
Motivo de esta tragedia, Basilio II, el emperador bizantino (en la imágen) pasó a ser tachado por la historiografía medieval como “Basilio, el matador de búlgaros”.