La connotada artista nacional dejó una carta cuyo contenido solo conocen sus familiares más cercanos, por lo que las verdaderas razones que la llevaron al suicidio son desconocidas. Se presume que el desastre de la carpa es el más directo, pero le pisa los pasos, o para otros es la razón principal, el abandono que sufrió por parte del gran amor de su vida, el suizo Gilbert Favre. No obstante, es muy probable que después de verse imposibilitada de llevar adelante su universidad folclórica, sintiera que ya no valía la pena continuar luchando si ya lo demás estaba hecho en una fructífera existencia de casi medio siglo. Así se desprende de un episodio que relata Patricio Manns ocurrido cuando los artistas que componían el movimiento conocido como Nueva Canción Chilena, regresaban desde Arica en un avión Douglas DC-3.
El autor de “Arriba en la cordillera” en el libro bibliográfico “Después de vivir un siglo”, del autor Víctor Herrero, cuenta que el vuelo fue demasiado turbulento, a tal punto que todos pensaban que se estrellarían, de hecho, el aterrizaje en Santiago contó con un gran despliegue de emergencia. Al interior de la nave se escuchaban los gritos y llantos de los desesperados pasajeros que pensaban que estaban viviendo los últimos minutos. Violeta en cambio permanecía impasible junto a una ventanilla, incluso de buen humor. Manns, que iba a su lado, espantado le preguntó por qué no estaba asustada, a lo que ella contestó sonriendo: “La muerte no es tan importante como la vida. La gente solo se asusta si no ha sembrado nada”.
Contrario a lo que se piensa, Violeta fue admirada en vida por artistas, intelectuales, músicos, productores y por los más humildes del país, que la veían como parte de ellos. Sin embargo, sus obras musicales, contenidas en una decena de álbumes, no tuvieron la popularidad que ella hubiese deseado. Si bien aquello no cambio tanto después de su muerte, sí sus canciones alcanzaron mayor trascendencia, especialmente porque unos meses antes de suicidarse grabó el que es considerado el mejor disco chileno de todos los tiempos: “Las últimas composiciones”. La importancia de esta obra se eleva incluso a nivel mundial, ya que contiene gran parte de las canciones más conocidas de su repertorio, algunas de las cuales son escuchadas en diversos rincones del globo, como “Gracias a la vida” y “Volver a los diecisiete”.
El nombre no es antojadizo, la más famosa del clan Parra ya había atentado contra su existencia anteriormente, por lo que ya tenía bien decidido que esas serían sus últimas canciones. Pese a las turbulencias emocionales de aquellos últimos años, exacerbadas también por un trastorno bipolar que estaba diagnosticado y del que poco se conoce, los meses previos a su muerte fueron de una inspiración suprema, de una lucidez intelectual inaudita, en la que tuvo que ver algo o tal vez mucho, un joven folclorista llamado Pedro Aquiles Messone Rivas.
Un loco amor en Punta Arenas
Pedro Messone alcanzó la fama en la agrupación Los Cuatro Cuartos. Está considerado dentro de los más destacados artistas del movimiento folclórico surgido en nuestro país en los años 60 al calor de los cambios políticos de la época, llamado -como ya dijimos- Nueva Canción Chilena. Sin embargo, por su buena facha tenía un público transversal, ya que era admirado también por las jovencitas que suspiraban por los cantantes del otro movimiento musical nacido en aquellos años en Chile: la Nueva Ola. Violeta Parra lo doblaba en edad y distaba de él también en sus pensamientos políticos y sociales; mientras Messone casi no se involucró en la efervescencia ideológica de aquellos convulsionados años como sí lo hizo la mayoría de los artistas de la Nueva Canción Chilena, que hicieron de la canción protesta su sello (incluso, Messome durante la dictadura militar mostró cierta simpatía por el régimen), Violeta, por el contrario, se caracterizó toda su vida por una gran conciencia social y una profunda simpatía por el ideario de izquierda, identificándose particularmente con el Partido Comunista, aunque no se sabe con certeza si militó en sus filas, ya que entre sus pertenencias jamás se encontró el carnet verde que portaban sus miembros, y tampoco hoy se puedo acceder a los antiguos registros de esta organización, pues por seguridad fueron quemados tras el golpe de Estado de 1973.
Pero estas diferencias no fueron impedimento para que Violeta y Pedro entablaran una estrecha amistad que llegó incluso más allá, según recuerdan algunos testigos que participaron en la gira Chile Ríe y Canta de la Nueva Canción Chilena a Punta Arenas en julio de 1966. La artista, con casi 49 años a cuesta, fue presa de una pasión adolescente y la vieron enamorada como una colegiala del galán veinteañero. En el libro “Después de vivir un siglo”, Patricio Manns recuerda este episodio de la siguiente manera: “La Violeta estaba enamorada todo el tiempo, ¡y se enamoraba como colegiala! Él era un lolo que andaba con puras lolitas del barrio alto, pero salieron a caminar, se tomaron unos tragos, se calentaron, se fueron a un hotel y se echaron un polvo”.
Messone nunca ha reconocido este romance, pero los testigos señalan que durante todo ese viaje se vio muy cómplice de Violeta, incluso el propio cantante relata una escena que pudo haber sido el inicio de la célebre canción “Volver a los diecisiete”. Cuando volvían al aeropuerto para tomar el vuelo de regreso a Santiago, el bus que trasladaba a la comitiva se detuvo en una de las playas rocosas de la zona y la mayoría descendió a recoger piedras y conchas. Pedro y Violeta se alejaron del grupo cuando en eso escucharon la orden de regresar. Messone cuenta que ella se veía un poco incómoda caminando, así que le ofreció ayuda para cargarle la bolsa que llevaba. La tomó de la mano y con simpatía la invitaba a caminar más rápido. “¿Cómo se te ocurre que me vas a hacer correr? Si no se pueden ir sin nosotros dos”, le dijo ella. Y él respondió: “Vamos, parecemos cabros de diecisiete años”. Ella lo miró pensativa y le preguntó: “¿Qué me dijiste, que parecíamos algo de diecisiete?”. Messone manifiesta que, de ahí, tanto en el bus como en el avión, ella se fue muy concentrada escribiendo en un pedazo de papel.
Es muy probable que aquel corto, pero fogoso romance con un joven Pedro Messone, le hayan infundido al alma de Violeta Parra un aire juvenil que en sus últimos meses de vida refrescó e hizo brillar como nunca su inspiración, para impregnar de alma cada una de las 14 canciones que conforman el álbum “Las últimas composiciones”, sobre el cual ya venía trabajando antes del viaje a Punta Arenas, pero que después de esos momentos vividos en el sur tuvieron un nuevo brío, como ella misma lo confesó en una extensa entrevista radial: “Yo creo que con el viaje a Punta Arenas empecé a sentir, empezó mi corazón y mi sangre a vibrar como un ser que había nacido de nuevo. Creo que las canciones más lindas, las más maduras –perdónenme que diga canciones lindas habiéndolas hecho yo-, las canciones más enteras que yo he compuesto son “Gracias a la vida”, “Volver a los diecisiete” y “Run-Run se fue pa’l norte”. “Gracias a la vida” que estaba esquelética y que tomó fuerza después del viaje a Punta Arenas, y “Volver a los diecisiete” y “Run-Run”.