Para la mayoría de los tocopillanos y ovallinos, el nombre de Marcos Macuada no les es indiferente. En efecto, así están bautizados el principal hospital del puerto salitrero, y también uno de los Centros de Salud Familiar (Cesfam) de la comuna del Norte Chico.
Y es que Marcos Macuada Ogalde fue un joven que nació en Ovalle y terminó precozmente sus días en Tocopilla, pero de una manera heroica. Hijo de Juan Segundo Macuada, uno de los fundadores del Cuerpo de Bomberos de Ovalle, realizó sus estudios en su comuna y posteriormente en La Serena.
Según el medio de historias pampinas DonCaliche.com, Ingresó a estudiar medicina en la Universidad de Chile, y cuando cursaba su cuarto año de carrera, un aciago acontecimiento que enlutó a decenas de familias en el norte hizo que interrumpiera sus estudios para atender a un llamado de emergencia nacional.
Fiebre amarilla
En el verano de 1912, un barco proveniente de Guayaquil (Ecuador) recaló en las costas de Tocopilla, bajando a tierra a uno de sus tripulantes que venía infectado con una extraña enfermedad.
La página Tocopilla y su Historia, del investigador Damir Galaz-Mandakovic, citando una serie de publicaciones de la época, detalla que “el enfermo bajó y fue examinado por el médico de la bahía (…) por tal razón fue internado en el hospital. (…) Poco a poco, los enfermos que habían concurrido al hospital San Salvador de Dios por distintas dolencias presentaron simultáneamente un cuadro febril violentísimo de 40°, acompañado de un gran malestar corpóreo y de vómitos sanguinolentos”.
En efecto, todos habían sido contagiados por el marino, quien padecía de fiebre amarilla, la cual era inoculada por el mosquito aedes aegypti. Pronto la histeria estalló y comenzaron a aumentar las muertes con el paso de las semanas. La pandemia se agudizó entre el 13 y el 16 de abril de ese 1912,contabilizándose solo en aquel lapso 33 defunciones, y poniendo en riesgo también a los trabajadores de las oficinas salitreras de contagiarse con esta grave enfermedad.
Es así que el Gobierno de la época, presidido por Ramón Barros Luco, declaró a Tocopilla una “ciudad infectada” y envió al prestigioso médico cirujano Pedro Lautaro Ferrer al puerto para detener la plaga.
El libro “Historia de Tocopilla”, del fallecido investigador Juan Collao Cerda, destaca que “se autorizó reclutar una brigada sanitaria contratada por el Gobierno para que actuara junto al doctor Ferrer, y estuvo integrada por los doctores Gerónimo Méndez, Clemente Holzapfel e Ignacio Rencoret y los estudiantes de medicina Enrique Tobar Valdés, Franco Eade, Gonzalo Castro Toro, Arturo Barraza, Leonardo Guzmán (el nombre de éste hoy lo lleva el Hospital Regional de Antofagasta) y Marcos Macuada Ogalde”.
El arduo trabajo
Lautaro Ferrer y su equipo hicieron lo imposible para erradicar al vector que propagaba la fiebre, a la vez de atender a los enfermos y buscar métodos que permitieron que quienes les cuidaran no se contagiaran.
Entre sus medidas estuvo que las autoridades prohibieran las reuniones, cerrar cantinas y cocinerías después de las 19:00 horas, mantener las calles pulcras, sin acopio de basura, además se prohibía tener ranchos y cerdos a menos de 50 metros de las viviendas.
Además se hizo un gran uso de la parafina como desinfectante, incluso mezclándola con salitre para encender hogueras nocturnas y así matar al insecto privándole de su oxígeno. Estas medidas hoy podrían considerarse arcaicas, sin embargo, para la época era el único elemento disponible.
Las jornadas de limpieza y atención de los enfermos eran agotadoras, incluso a sabiendas que se corría peligro de muerte.
Entrega del ovallino Macuada
Todos estos decretos comenzaron a dar resultados. Tanto así que para el 21 de mayo de 1912 y en adelante, no se contabilizaban más de dos muertos al día. No obstante, el destino fue caprichoso.
Juan Collao Cerda explica en Historia de Tocopilla que “Macuada cayó en plena labor, cuando montaba su caballo para regresar a la base de operaciones, que era el viejo hospital de calle Matta con Washington, un zancudo perforó la piel de su mano que tomaba las bridas. Macuada comprendiendo la gravedad de la situación regresó a galope. Pese a las constantes atenciones que se le prodigaron, sucumbió después de una larga agonía”.
El joven falleció el 21 de junio de 1912. Collao Cerda agrega que “cuando todo indicaba que la fiebre había sido derrotada, en la madrugada del 21 de junio cayó Marcos Macuada. Su deceso se registró a las 2:20 AM. En esta forma, por paradoja del destino, cuando la epidemia se batía en retirada, se apagó el último tributo con la vida generosa de ese joven estudiante, próximo a recibirse de médico, y uno de los primeros en alistarse para venir a Tocopilla a combatir la terrible enfermedad”. Después de su deceso, fallecieron las últimas siete víctimas por la fiebre amarilla.
Los restos del héroe fueron trasladados a su ciudad natal, donde descansan con una placa que indica su “abnegación y sacrificio” por la comuna de Tocopilla.
