Un día como hoy, hace 572 años, cayó el último bastión romano. La ciudad de Constantinopla, capital del imperio en la parte oriental que le sobrevivió casi mil años a su par de occidente, era tomada por los turcos otomanos después de más de un mes de fiera resistencia.
Este hecho que fue trascendental para la historia de occidente no les salió gratis a los turcos. En el año 1453 el sultán otomano Mehmed II se dispuso a tomar la milenaria ciudad que desde hace siglos se defendía exitosamente de sus atacantes. No obstante, en Constantinopla debutó un nuevo ingenio militar que resultó fatal para los romanos; el cañón.
Meses antes del asedio y caída, el último emperador romano Constantino XI Paleólogo, sabiendo del inminente ataque turco, preparó a la ciudadanía para la defensa, consiguió apoyo militar de Papa y también pagó a un mercenario genovés que lideró la defensa y les infringió graves bajas al ejército de Mehmed II. Giovanni Giustiniani Longo, un experimentado veterano de guerra.
ATAQUE
Cabe precisar que antes del ataque, los otomanos ofrecieron rendición y garantías a los romanos, cosa que estos últimos rechazaron. Hasta ese entonces, los habitantes de Constantinopla sentían un genuino orgullo de saberse herederos del imperio romano, motivo por el cual siempre resistieron decenas de ataques desde los tiempos de los Hunos.
Mehmed lanzó el ataque a inicios de abril de 1453 haciendo debutar los cañones, los cuales día y noche dispararon contra las murallas de la ciudad, y luego lanzó a la infantería, pero estas fueron repelidas una y otra vez por la defensa liderada por Giovanni Giustiniani.
Las semanas de incesante asedio parecían no lograr ningún resultado positivo para los turcos, es más, su moral comenzaba a decaer pues no concebían que tan pocos fueran tan difíciles de rendir ante su superioridad numérica y sus poderosos cañones. Cada ataque de infantería que era enviado a la ciudad era abatido por los ballesteros y flecheros de Constantinopla liderados por Giovanni Giustiniani.
Incluso los turcos armaron una helépolis (torre gigante de asedio para acceder a ciudades desde las alturas) pero una noche Giovanni envió comandos quienes sigilosamente se desplazaron hasta el campamento turco y quemaron la torre.
LEALTAD
Tras un mes de ataque Mehmed II comenzó a ponerse nervioso pues sus tropas no veían atisbo de rendición. A sabiendas que Giovanni Giustiniani era un mercenario (soldado que ofrece sus servicios al mejor postor) envió a parlamentarios para entrevistarse con el. El genovés aceptó pensando que sería una propuesta de cese al fuego.
Ya en el campamento turco, el sultán le ofreció a Giustiniani Longo una cifra superior a la que le había pagado el emperador Constantino XI, y la promesa de hacerlo su lugar teniente. No obstante el genovés declinó la oferta alegando que ya se había comprometido con los romanos, y cumpliría su palabra pese a que esto le costase la vida. Luego regresó a la amurallada ciudad.
Al otro día Mehmed lazó toda su furia contra Constantinopla, pero los romanos no daban señales de rendirse, hasta que llegó el fatídico 29 de mayo de 1453, día en que una de las murallas de la ciudad cedió y las tropas turcas entraron en masa.
Esto no causó gran efecto dado a que fueron liquidadas como moscas por los romanos, pero en medio de la batahola un proyectil hirió de muerte a Giovanni Giustiniani, quien fue sacado del lugar por sus mercenarios, y esto hizo decaer la moral romana.
Rápidamente los turcos comenzaron a entrar en turba y a asesinar a toda la población. El último emperador romano, Constantino XI, pese a que se le conmino a dejar la ciudad por un túnel oculto para salvar su vida, se negó, exclamó “¿qué clase de romano sería si dejo a mi imperio solo por la vulgar aspiración de conservar mi vida?“, y acto seguido cogió una espada y junto a su guardia personal se fue contra la turba de atacantes. Nunca más se recuperó su cuerpo.
Giovanni Giustiniani moriría pocos días después a causa de las heridas y Constantinopla finalmente sería tomada por los turcos. Hoy, aquellas milenarias murallas que resistieron el inicio del ataque aún se conservan y la ciudad actualmente lleva el nombre de Estambul, en Turquía.
Sobre este hecho, la historiadora Ximena Prado Dagnino explica que “la caída de Constantinopla es un hito muy importante para la historia en general y sobre todo para occidente, porque efectivamente va a marcar este gran corte, o por lo menos, diferencia definitiva con oriente, porque como sabemos se cortan las rutas comerciales y eso deriva directamente en una búsqueda de nuevas rutas”.
Por lo anterior, agrega que “con ello inicia la expansión europea del siglo XVI en donde se encontrarán los mundos de Europa y América”.
