Este 18 de septiembre se conmemoran 212 años de la primera Junta Nacional de Gobierno, cuando un grupo de nueve ilustres miembros de Santiago, se juntaron independientemente del poder español (en ese instante, bajo la bota de Napoleón) para definir cómo gobernarse sin los preceptos de España. Este fue el inicio de la causa independentista que decantó con el Chile soberano el 12 de febrero de 1818.
Pero un par de décadas antes de esta situación, una conspiración llevada por tres ciudadanos europeos, todos llamados Antonio, intentaron también una asonada para independizar al país del poder español, lo que pasó a la historia como “El motín de los tres Anotnios”.
Según explica la historiadora Ximena Prado Dagnino “luego de instalarse en Chile de vuelta de su viaje a España en 1778, la casa de José Antonio Rojas era centro de tertulias y difusión de ideas ilustradas Ahí se reunía en particular con dos ciudadanos franceses asentados en Chile, Antonio Gramusset y Antonio Berney, para conversar sobre la conveniencia de establecer en Chile un régimen republicano”.
Por lo anterior, la académica explica que estos ciudadanos aspiraban a la abolición de la esclavitud y de la pena de muerte, a la desaparición de las jerarquías sociales y a la redistribución de las tierras.
Estas fueron las primeras ideas propiamente republicanas e independentistas que comenzaron a circular en la Capitanía General.
El día señalado para el levantamiento todos se reunirían en la Chimba, al norte del Mapocho, y de allí partirían en grupos a aprehender al presidente y las autoridades, a tomarse el almacén de pólvora, la sala de armas y las cajas reales que les proporcionarían dinero suficiente. Mientras tanto, algunos de los conspiradores, disfrazados de religiosos, incitarían al pueblo y mostrarían su descontento por el asunto de la reforma de las órdenes, que sería la razón aparente del movimiento. También se daría libertad a los esclavos con el objeto de que participasen.
En enero de 1781 estas discusiones y el completo plan redactado por Berney, extraviado en las inmediaciones de la hacienda en Polpaico de Rojas, fueron denunciadas por Pérez de Saravia -amigo del complotador- al regente Tomás Álvarez de Acevedo, quien inició una investigación a partir de las informaciones que Saravia le entregaba y, una vez reunidos los antecedentes, los puso en conocimiento del gobernador Benavides y dictó una orden de detención contra los dos franceses, además de un ciudadano gallego de apellido Pacheco.
Los dos franceses fueron apresados y enviados desde Lima a España en un barco que naufragó, resultando con la muerte de ambos, mientras que Rojas no fue apresado debido a que fue considerado inocente por la Real Audiencia.