Un 7 de junio de 1880 en el contexto de la Guerra del Pacífico, se ejecutó la operación militar que consistió en la toma del último bastión militar de Perú ubicado en la retaguardia del ejército de Chile, Arica.
El conflicto bélico se había iniciado hace poco más de un año, y luego de un exitoso avance de los infantes chilenos hacia el norte con muy pocos reveces (como el desastre de Tarapacá) por fin parten el espinazo a la alianza entre Perú y Bolivia, logrando que este último se retirara militarmente de la guerra tras la batalla del Alto de la Alianza.
Terminada esta última batalla, el alto mando del Ejército chileno no perdió tiempo y determinó lanzarse contra las fuerzas peruanas acantonadas en Arica, consistentes en aproximadamente 2.500 infantes parapetados en las inmediaciones, laderas y cima del morro , todos bajo mando del veterano coronel Francisco Bolognesi. El jefe de las fuerzas expedicionarias de Chile, Manuel Baquedano a sabiendas de la próxima carnicería (Perú tenía pocos efectivos para resistir) a través de un emisario conminó rendición a su adversario. “Resistiremos hasta quemar el último cartucho”, fue la respuesta del coronel peruano, quien murió el día del combate, agotando los últimos tiros de su revolver.
ANÉCDOTAS
1. “APURE LEIVA, APURE”:
Manuel Segundo Leiva Velasco era un coronel de trayectoria del Perú, quien era tildado más por ser un político que un soldado. Tras el combate del Alto de la Alianza, y sabiendo Bolognesi que sería atacado avisó a Leiva para que trasladara sus fuerzas -de unos 3 mil hombres- desde Moquegua hasta Arica, y así hacer frente al enemigo.
El aviso se dio poco después de la batalla del Alto de la Alianza, pero el avance de las tropas de Leiva fue lento. Los días pasaban y Leiva no llegaba, por lo que Bolognesi envió a través de emisario un mensaje a su par. “Apure Leiva, apure”. Leiva no apuró y finalmente sus fuerzas no participaron de la batalla. Hasta el día de hoy, su rol en la guerra causa discordia por su negligencia, y su nicho apenas tiene escrito su apellido con una vulgar intervención en el concreto.
2. El joven Maldonado:
El joven Alfredo Maldonado era un adolescente de 16 años que engrosaba las escasas fuerzas de resistencia peruana. Para el día del combate se encontraba en sirviendo en el dispositivo de artillería ubicado en el fuerte Ciudadela (a los pies del morro). Tras el ataque, y habiendo los chilenos tomado el fuerte, Maldonado se dirige hacia la santabárbara (algo así como la bodega de pólvora) y la hace estallar, volando el pedazos él, sus camaradas y los atacantes.
El “cuetazo” fue una de las consecuencias por las cuales los soldados chilenos que seguían peleando en los otros fuertes tomaran vigor y repasaran a sus adversarios, apurando la carrera para tomar el morro. Tras la batalla, su madre lo fue a buscar entre los cientos de cadáveres que yacían en la ladera del peñón, hallando solo su cabeza junto a parte del tronco.
3. “Al morro muchachos!”
El general Pedro Lagos, encargado de comandar el ataque chileno, dispuso que serían tres los regimientos que deberían ejecutar la maniobra. Dos de estos ( 4to y 3ro de línea ) atacarían los bastiones del sector bajo del morro (fuertes Este, San José, Santa Rosa y Ciudadela), mientras el último (Buín) aguardaría para luego, cargar hacia la cima del peñón.
No obstante en el fragor del combate de esta primera etapa y tras estallar en pedazos el fuerte Ciudadela, un anónimo soldado chileno gritó “Al morro muchachos!”, haciendo que la masa furibunda de infante chilenos hicieran la carrera hasta la cima, pasando por alto el plan de esperar a que esta misión la realizase el Buín. Fue tanta la furia del ataque que se estima que la toma del entonces inexpugnable peñón de Arica duro apenas 55 minutos.
4. Los mitos sobre la caída de Ugalde y la “chupilca del diablo”:
Alfonso Ugarte fue un empresario peruano quien para el día de la batalla se encontraba engrosando a los infantes que resistieron el ataque. El joven de 32 años se encontraba junto a Bolognesi en la cima del morro, por lo cual fue uno de los cientos de caídos en la última etapa de la batalla.
No obstante, se asegura que en los últimos momentos del combate Ugarte, montado a caballo, arrancó la bandera peruana del mástil y, cabalgando a gran velocidad, se lanzó con el caballo al vacío para así impedir que su enseña patria cayese en poder del enemigo.
Este testimonio ha sido discutido debido a que no se tienen registros de que la resistencia peruana en Arica dispusiese de caballería (sin mencionar el acto instintivo del animal de no ir hacia acantilados). Asimismo, en un parte del oficial chileno Luis Solo de Zaldívar, consta que Ugarte solo fue uno de los cientos de cadáveres que fueron lanzados al vacío una vez terminada la batalla.
Asimismo, una historia versa que los infante chilenos tomaron un brebaje consistente en agua ardiente y pólvora negra para vigorizarse antes del combate, llamando a esta bebida “chupilca del diablo”. No obstante no hay registro de tal suceso, siendo solo un relato de ficción de la novela Adiós al Séptimo de Línea de Jorge Inostrosa.
5. Una reliquia que se quemó:
El mástil que coronaba el peñón de Arica para el día de la batalla fue tomada como trofeo por el ejército de Chile, siendo este guardado en el regimiento Esmeralda de Antofagasta. La reliquia estuvo por más de 60 años custodiada en este lugar, hasta que se quemó dentro del gran incendio que destruyó la casona de dicho regimiento en 1955.
6. Presidente argentino:
Uno de los combatientes de la resistencia peruana para el día del combate fue un mercenario argentino llamado Roque Saenz Peña, quien ávido de aventuras, no trepidó en participar en la guerra del Pacífico a favor del Perú.
Peña se encontraba con Bolognesi el día del combate, y fue uno de los pocos que logró sobrevivir por su condición de extranjero. Años después Saenz Peña se dedicaría a la política, llegando a ser presidente de Argentina entre los años 1910 a 1914.
7. La reivindicación del excomandante de la Independencia:
En la cima del morro, sirviendo los dispositivos de artillería se encontraba el excomandante del buque Independencia, Juan Guillermo More. Este exmariano había caído en desgracia tras hacer zozobrar a su navío blindado mientras trataba de dar estéril casería a la goleta Covadonga en la jornada del 21 de mayo de 1879, en el llamado “Combate de Punta Gruesa”.
More, una vez sacado de la Armada, buscó afanosamente limpiar su honra, enlistándose como mero infante. No se le permitió usar vestimenta militar, pero resistió el embate chileno de forma implacable, quedando su cadáver entre los cientos de caídos que regaban la cima del morro. En un parte militar chileno sobre la jornada, se escribió de More que “su cuerpo destrozado, vistiendo ropas de paisano, se encontraba a los pies de una cureña”. O sea, murió a los pies del cañón.