Hace algunos días se emitió por cadena nacional, como es tradición, la cuenta pública presidencial que por causas del contexto de pandemia en la que nos encontramos, modificó su fecha original y se hizo en un escenario distinto, con menos invitados y se supone, un discurso más simple. Para muchos, era la oportunidad de referirse al contexto político y social que dejó la Revuelta Social de octubre y las responsabilidades del Estados en las políticas represivas que surgieron para hacer frente a las movilizaciones. Pero, nada.
Fue interesante el discurso, más cuando entre sus primeros párrafos se hizo la pregunta ¿Cuáles son los grandes problemas, desafíos y oportunidades del Chile de hoy? Mas, llama la atención que su respuesta fue una descripción de un Chile que no estamos viviendo, ese que vemos en las postales turísticas, pero que poco se acercan a la realidad que hay detrás de quien tomó esa fotografía.
Y los grandes ausentes una vez más: “las otras” regiones del país. El contexto de pandemia y el resumen en aquel discurso presidencial han reflejado, no solo las desigualdades existentes en el país, sino, además, las prioridades territoriales de una forma de gobernar en la que estamos inmersos. Sin embargo, esta invisibilidad no es una ‘efecto secundario’ del Covid-19; es una deuda histórica que por décadas no se ha querido asumir, y han sido agudizando la mirada del norte como una zona de sacrificio, y la del sur como un campo de violencia.
Hoy estamos en un momento histórico. Sobre el horizonte se vislumbra la posibilidad de transformación, que involucre a todas las regiones y despierte el interés por la vida, cultura e historia de las distintas comunas y territorios. En este sentido, el norte de Chile, nos debe de llenar de aprendizajes debido a su historia de luchas y demandas que configuraron un siglo XX donde las y los trabajadores, aun con costos altísimos que debieron pagar, hicieron presente las demandas por mejoras en las condiciones laborales, donde las comunidades indígenas nos enseñaron sobre la sabiduría de la tierra, y donde la organización vecinal nos hicieron entender que el resguardo y respeto de los derechos es clave para una convivencia democrática, y todo esto, a pesar del olvido.
En estos tiempos críticos que estamos viviendo, donde la situación de pandemia es preocupante en nuestra zona, es necesario bajar el manto de invisibilidad del norte; hacer memoria, aprender y despertar; que historia tenemos, e historia hacemos. Es posible. A seguir.