Todas las semanas nuestros voluntarios realizan rutas sociales en los distintos sectores de la comuna, en búsqueda de los más excluidos. Una población muy volátil y, por lo mismo, difícil de ubicar. Ellos explican que “pareciera” que siempre están las mismas personas, pero no es así: el rostro de los más vulnerables está cambiando a causa del fenómeno explosivo de la migración, que ha hecho aumentar la presencia de niños, adolescentes y madres en situación de calle en nuestro Norte Grande.
Ahora los voluntarios deben prestar ayuda rápida: entregar alimentos, frazadas, atención médica a familias migrantes, en tránsito y en carpas en el centro y en el borde costero de la ciudad, aunque también hay otros que toman rumbos distintos, instalándose en parques y calles céntricas. “Los niños llegan con síntomas de desnutrición, mordidas de perro, hipotermia, insolados o deshidratados. Muchos ya no hablan, miran al suelo, no quieren jugar, desconfían de todos”, cuentan los voluntarios, impactados.
Los datos de la Encuesta Casen 2020 son reveladores. Entre el 2017 y el 2020 la pobreza en Chile afectó más a las personas migrantes, alcanzando a un 17% de esta población en el 2020, sin embargo, entre ellos hay tres grupos aún más castigados: mujeres, niños y adolescentes; y quienes viven en la zona norte del país.
El verdadero número de personas que cruzan irregularmente la frontera es un dato imposible de desentrañar. “No sabemos cuántos migrantes están entrando a Chile, esa es la verdad”, reveló meses atrás, Richard Bórquez, director regional del Servicio Nacional de Migraciones, en un reportaje de El Mercurio de Antofagasta. Mientras, los migrantes siguen en la calle; son unas 500 personas, según cálculos del Hogar de Cristo los que deambulan por la ciudad.
Como Hogar de Cristo consideramos claves tres ejes esenciales para abordar esta realidad lamentable: la necesidad de refugios para personas que no tienen dónde estar, la regularización de sus papeles y, lo más difícil, una solución definitiva, que necesariamente pasa por la vivienda.
Ahora, en la emergencia y con la crisis sanitaria provocada por el COVID-19 en una intensidad más baja, nuestros voluntarios se están reorganizando en todo Chile para activar nuevamente las Rutas Calle que estuvieron suspendidas o muy limitadas a causa de la pandemia. Sabemos que son iniciativas paliativas del problema, pero necesarias, a veces claves para evitar una muerte por hipotermia u otra razón extrema. Y son también centrales porque sensibilizan y movilizan a la sociedad civil organizada a hacer ver a los invisibles, a los fantasmas de la calle, que este tiempo complejo se han multiplicado con el agravante de que son extranjeros. Y eso, ante muchos ojos, amplifica el estigma que acarrean las personas en situación de calle.