El martes 16 de agosto de 1977 Elvis Presley, ícono del rock y por excelencia, de la cultura occidental del siglo XX, era hallado muerto al interior de su baño personal en su mansión de Graceland en Tenesse, Estados Unidos.
El Rey tenía 42 años y hasta ese momento, una carrera en declive. Cansado y muy pasado de peso, Presley dependía de una variedad de fármacos para mantenerse activo, para dormir, cantar, para su intimidad y para aliviar dolores físicos colaterales producto de su demandante agenda artística.
No obstante un rasgo curioso de sus últimos años es el que refleja, tal vez, una de las biografías más completas hechas al cantante. El Último Tren a Menphis del escritor Peter Guralnick, da testimonio de una inusual dieta dominada por elementos de la “cocina pobre del sur de Estados Unidos”, y por ende, llena de grasas saturadas -pese al dinero y el poder adquisitivo del artista que se podría haber asegurado consejos de nutricionistas o cocineros profesionales-.
Chucrut revuelto con tocino frito
Para 1975 cuando Elvis daba conciertos en Las Vegas, su biógrafo Guralnick -quien entrevistó a su entorno inmediato-, narra que el cantante solía pasar sus ratos de ocio sentado en el sofá viendo televisión, con un bowl lleno de chucrut, tomate y beicon (tiras de tocino frito) entre las piernas, los cuales devoraba a cucharadas.
Cuando su sobrepeso era evidente para el año siguiente, se le sugirió comenzar a consumir frutas. “Recuerdo que un médico le dijo que prefiriera las frutas al desayuno en vez de la docena de helados que solía comer. Así que comenzó a consumir melones como primer alimento, pero la gracia era que comiera unas dos rebanadas, no los tres o cuatro melones completos que era lo que se consumía en una mañana”, explica uno de los integrantes de la “mafia de Menphis”.
Tal vez uno de los relatos más reveladores es el que hiciera para el libro su Ama de llaves (en Chile, similar a una asesora del hogar) Mary Jenkins, quien explicó cuál era el menú diario que preparaba para Elvis en su mansión en Graceland.
“Al desayuno solía comer al menos dos o tres sándwich de carne de cerdo con manteca. Generalmente siempre prefería los sándwich de pan tostado con mantequilla de maní, plátano frito y tocino. Eso los comía por los menos en más de una ocasión al día. Cuando era solo por gula, se hartaba con helado de vainilla”, cuenta Jenkins.
Curiosamente el último día de vida de cantante, a su Ama de casa solo le pidió que le llevase a su cuarto un vaso de agua bien fía. “Estoy muy cansado” –le dijo Elvis- Dormiré un poco. Nos vemos”. Esas fueron las últimas palabras que el Rey del Rock dijo a su empleada. Un par de horas después fue hallado muerto producto de un infarto al corazón. Pesaba 159 kilos.
A continuación, Mary Jenkins, preparando el sandwich favorito de Elvis: