Poco antes del alba del miércoles 26 de mayo de 1880, la población de Tacna (Perú) se despertaba de sobresalto -suponiendo que durmieron algo- con estruendosos estampidos de artillería militar que retumbaba desde la periferia.
Para esa jornada, el Ejército de Chile había fijado el ataque a las posiciones de la alianza entre Perú y Bolivia, parapetadas en los médanos del cerro Intiorko, ubicado en la periferia norponiente de la ciudad de Tacna, quienes ya conociendo el inminente ataque, habían preparado la defensa.
Esta batalla bautizada como Campo de la Alianza (por la asociación entre Perú y Bolivia ante Chile) o simplemente, batalla de Tacna, se libró en el contexto de la Guerra del Pacífico, siendo una de la más multitudinaria del conflicto, donde más de 24 mil almas se batieron en una frenética jornada se sangre, bayoneta y plomo.
PREÁMBULO
A ese punto del conflicto, Chile estaba ganando territorio hacia el norte desde el desembarco de Pisagua en noviembre del año anterior (1879), solo teniendo una espantosa derrota en Tarapacá que, curiosamente, la alianza no aprovechó.
Para la batalla del Campo de la Alianza, los mandamás de Perú y Bolivia (Nicolás de Piérola y Narciso Campero respectivamente) decidieron jugárselas por torcer el curso de la guerra con una doble defensa en el cerro Intiorko. El Ejército de Chile, comandado por el general Manuel Baquedano, a sabiendas que no podían eludir el murrallón militar enemigo, acordó con su Estado Mayor asestar el golpe en el sitio de la defensa. La carga se libraría en la madrugada del 26 de mayo de 1880.
Días antes, el 21 de mayo, al conmemorarse el primer aniversario del combate naval de Iquique, moría en el campamento militar chileno el ministro de guerra Rafael Sotomayor. Civil quien organizó las expediciones militares desde el inicio de la guerra. El agotamiento físico y mental que le significaba su tarea, más la ansiedad por la pronta batalla del 26 de mayo le hicieron colapsar, perdiendo así la vida al caer con la cara amoratada al piso tras una apoplejía cerebral, alago así como lo que hoy llamamos ataque cerebro vascular.
ENFRENTAMIENTO
El Estado Mayor de Chile fijó el inicio de la batalla con un bombardeo de artillería a las posiciones aliadas. El duelo a cañonazos entre ambos ejércitos que fue inútil debido a lo arenoso del campo de batalla, porque los pesados proyectiles en vez de explotar y causar estragos fueron a enterrarse en la arena.
Tras este “plot twist”, Chile cargó con la infantería contra las posiciones aliadas. Vale decir que el escenario era terrible. El estampido de la artillería, el humo y el polvo hacía que se viese un carajo. Según el testimonio de José Miguel Varela, veterano chileno que participó de ese combate “la nube de arena y pólvora apenas te hacía ver un metro a tu alrededor. Esto sumado a una lluvia de tiros, hacía que cualquier paso fuese en falso”.
Asimismo, otro sobreviviente chileno de esta lid, el capitán Francisco Machuca en su libro Las Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico recordó que los oficiales “recalcaron por centésima vez a los soldados, que tan pronto como se atascara el mecanismo del rifle con el finísimo polvo del desierto, orinaran sobre él e hicieran girar el obturador”.
Hasta las diez de la mañana todo marchaba a pedir de boca para los chilenos. La infantería infligía severos golpes a la alianza, ya incluso llegando a sus parapetos. Pero cuando se les acabó las balas, y teniendo a sus compañeros a casi un kilómetro de distancia, agregando que la carreta con municiones apenas se movía porque el peso le hacía hundirse en la arena, las cosas se pusieron grises para Chile.
CONTRAATAQUE
En este punto de la batalla, brilló Bolivia. Un batallón de élite llamado “Los Colorados”, cargó contra los inermes chilenos, barriéndolos del mapa. Comandandos por el orureño Ildefonso Murgía, esta tropa repasó a sable y bayoneta a cuanto chileno se le interpusiera. En esta carga muere el capitán chileno del regimiento Atacama, Rafael Torreblanca, quien fue cocido a puñaladas.
Baquedano, al ver tan estrepitoso desenlace, decidió tirar toda la carne a la parrilla. Envió a los refuerzos al mando de Afoldf Holley. Los granaderos (soldados a caballo) cargaron sobre las fuerzas enemigas, y lograron balancear la contienda, pero las pérdidas eran numerosas para ambos lados.
Según recuerda el soldado chileno Alfonso Quiróz, sobreviviente de la jornada “el fuego era tan nutrido que más bien parecía redoble de tambores. Fueron entrando en combate como por la conversión a la derecha Cuerpo por Cuerpo, hasta que nos tocó el turno. Apenas se rompió el fuego la guerrilla en que yo iba, que estaba en este momento a retaguardia del Batallón, nos corrimos a la izquierda para tomar el ala de éste… La derecha de los cholos nos sobrepasó y como a la media hora entró por la izquierda de nosotros el 20 batallón Lautaro, o si no los cholos nos habían tomado entre dos fuegos… Los muertos a mi cálculo serán como de 5.000 de ambas partes”.
DESENLACE
Si el duelo de artillería inició a eso de las 6.00 AM, la batalla terminó a eso de las 18:00 horas aprox. Siendo de entre las 10:00 a 14:00 horas donde se jugó el “todo o nada” entre ambos ejércitos lindantes. La batalla terminó favorablemente para Chile, pero a un altísimo precio.
Este combate prácticamente “le partió el espinazo” a la alianza de Perú y Bolivia, porque provocó que este último se retirase de la guerra, dejando solo a Perú guerreando con Chile, quienes se volvieron a ver las cara a penas 12 días después en la Toma del Morro de Arica, y siete meses más tarde en las maratónicas jornadas de Chorrillos y Miralofres, ya en 1881.
Se calcula que en la batalla del Campo de la Alianza perdieron la vida más de 3.270 soldados de ambos ejércitos, dejando además más de 5 mil bajas (soldados sobrevivientes, pero sin condición de combatir al ser heridos por tiros o explosivos). Hasta el día de hoy, se siguen encontrando cuerpos de militares momificados entre las arenas de la periferia de Tacna.