Pese a que cuenta con un soberbio monumento en pleno centro de la capital regional, y que su nombre está asociado no solo a la historia de Antofagasta sino que también lo lleva un balneario, poblaciones e instituciones municipales, la figura de Juan “Chango” López, en vida fue bastante fantasmagórica.
El descubridor de Antofagasta fue un aventurero de cuya vida apenas se conoce, salvo por la documentación aparecida en trámites administrativos que gestionó para obtener el beneplácito de las autoridades bolivianas, y así recorrer y realizar las primeras explotaciones de minerales en la inexistente Antofagasta, la cual en un inicio era tachada como “Peña Blanca”.
Hoy, Juan López es sindicado como el primer habitante de Antofagasta, ya que él mismo detalló a las autoridades bolivianas que a mediados de 1866, levantó una vivienda de calaminas y sacos, con una pequeña cancha de piedras para depositar sus minerales, y además erigió un escuálido muelle para despachar estas cargas, siendo estas estructuras el germen que a futuro será la actual capital regional.
El Aventurero
Se estima que Juan López nace en Copiapó -ciudad ya entonces con una gran tradición minera- en 1823. El mismo “Chango” costa que sus primeros cateos (exploración en búsqueda de minerales) en la región los hace alrededor de 1845 cuando desembarca de un escuálido navío en Punta Jara (ubicada a 30 km al sur de Antofagasta).
El impetuosos joven minero después viajó a Perú, donde trabajó como estibador por años. Ahí reunió un capital con los que adquirió una nave e instrumentos de exploración. Volvió a Chile, pero una tormenta hizo zozobrar la nave en Tocopilla, perdiendo todo sus años de trabajo e inversión en una noche de tormenta.
Años después, en 1866 vuelve a arribar a las costas de lo que sería Antofagasta, y es ahí donde inicia sus exploraciones, levantando su primera vivienda. Según consta el libro Forjadores de Antofagasta de la Corporación PROA “años mas tarde se descubre la presencia de López en las playas de la bahía de San Jorge. Aquí inicia la explotación de vetas de cobre, descubiertas al interior del Salar del Carmen, transcurría entonces los últimos meses de 1866. Esto se confirma con la lectura del memorial, que Juan López escribió años después al gobierno boliviano, solicitando que se le concediese por gracia el mérito de sus empresas en el litoral, un terreno para edificar en Mejillones, donde poder reponer sus fatigas”.
Antiguo monumento a Juan López, ubicado frente al Hotel Antofagasta. Fue demolido tras el terremoto del 2007 (Foto: Claudio Galeno).
Sinsabores
Pero pese a las ambiciones de prosperidad de López, constantemente sus planes eran frustrados. Para 1866, con el llegan también José Santos Ossa y el peruano Manuel Antonio Lamas, a quienes el gobierno boliviano les adjudicó las explotaciones de mineral, y si bien López les aportó con transporte y abastecimiento de agua durante la etapa de asentamiento, pronto le dejaron de lado.
Nuevamente se le pierde la pista documental a López, siendo su último registro, una dramática carta que hace llegar al gobierno boliviano en 1872 solicitando una pensión debido a sus abnegados esfuerzos en impulsar el desarrollo de la entonces inadvertida Antofagasta.
En la misiva (que se encuentra copiada en Narraciones Histórica de Antofagasta, de Isaac Arce), López detalla al pormenor sus aventuras e intentos de empresa, destacando que “impelido por estas circunstancia a renunciarlo todo, no me queda otro recurso que buscar asilo. Me dirigí a mi patria sin mas recursos que la triste historia del pasado (…) todo esto después de realizar mis primeras excursiones, descubriendo los depósitos de guano que hoy felizmente explotan tanto Bolivia como Chile (…) En resumen, Mejillones me debe el descubrimiento de sus guaneras. Del puerto de Antofagasta, como queda de manifiesto, yo he sido su pieza fundamental“.
Más dramático son los párrafos finales, donde clama en escrito “suplicándole por el ministerio de la ley correspondiente, se sirva acordarme, si fuese justo, un espacio de terreno hábil suficiente para fundar mi domicilio en el centro de la población de Mejillones, una pequeña subvención para la construcción de una modesta habitación, y una ocupación. Esa es la gracia y justicia que imploro, excelentísimo señor. Juan López”.
La carta jamás fue contestada y de López no se supo más. Aún hoy se desconoce la fecha de su defunción y el paradero de sus huesos.
Representación del Chango López llegando a la bahía de Antofagasta en 1866.