Hace exactamente un siglo se estima que alrededor de 50 obreros del salitre (no se cuenta con datos precisos ni confiables) perdieron la vida en una masacre perpetrada en la oficina salitrera San Gregorio, ubicada al interior del entonces conocido cantón de Aguas Blancas, al suroriente de Antofagasta.
Para tener un contexto, para inicios de la década del 20 Chile vivía una álgida crisis económica debido a la baja exportación de salitre. Esto, porque tras el fin de la I Guerra Mundial (1914-1918) Alemania inventó un sucedáneo cuyo costo de producción era más económico y por ende se vendía a menor precio, haciendo explotar la economía de Chile que se sostenía en su 80% de la exportación de dicho material.
Por ello se iniciaron una serie de revueltas obreras porque muchas salitreras comenzaron a quebrar, algunas redujeron a su personal y aquellas que mantuvieron a sus obreros les bajaron considerablemente los salarios. A ello se agrega que previo a esta crisis, los sueldos ya eran bajos y las condiciones de vida bastante deficitarias para los trabajadores.
Agitaciones
Dicho el contexto, dirigentes sindicales como Luis Emilio Recabarren, visitaban distintas oficinas para recoger el descontento de los obreros y advertirles de sus derechos, entre los cuales más enfatizaba, no abandonar las oficinas mientras al obrero despedido no se le cancelara el desahucio.
En este contexto, varios trabajadores de la oficina San Gregorio (que agrupaba un total de 715 personas entre hombres y mujeres) fueron despedidos en enero de 1921 por la inconsistencia económica de la empresa (Gibbs) que la sostenía. Los obreros ya advertidos del pago del desahucio, se negaron a abandonar el pueblo mientras no se le cancelase el dinero.
Por ello se iniciaron una serie de conversaciones entre obreros, dirigentes, administrador de la salitrera y empresarios. El tira y afloja no satisfizo a ninguna de las partes y el punto de ebullición llegó el 3 de febrero de ese año, cuando llegó “a poner orden” personal del ejército.
Masacre
Según el extinto historiador Floreal Recabarren (su apellido es solo un alcance con Luis Emilio) “La firma Gibbs, como otras, se negó a satisfacer la petición de sus trabajadores y lo que es peor, con irresponsable actitud, dejó al Administrador Daniel Jones sin poder de decisión. Mientras tanto, en los mismos instantes que comenzaba el enfrentamiento entre soldados y obreros, Alejandro Fray Douglas, Gerente y Representante de la Empresa Gibbs, miraba las alternativas del conflicto oculto en la Oficina Valparaíso, a cuatro Kilómetros y medio de San Gregorio, y en lugar de tomar medidas para resolver la situación, le fue más fácil coger el teléfono para informar al Intendente de la Provincia que la violencia había estallado”.
Según crónicas de la época, en San Gregorio no se generó una masacre a mansalva contra obreros inermes como sí ocurrió en Antofagasta en 1906 o Iquique en 1907, sino que los trabajadores a sabiendas de estas anteriores masacres, respondieron con cartuchos de dinamita a personal del ejército.
Asimismo algunos de los obreros más viejos eran excombatientes de la Guerra del Pacífico, motivo por el cual aleonaron a los demás obreros y les capacitaron en tácticas de combate y protección para enfrentar a los inexpertos militares que se presentaban en la oficina.
Motivo de lo anterior se generó prácticamente una batalla campal que terminó con decenas de obreros (y algunos militares) muertos y con sus dirigentes fusilados. Muchos de los obreros heridos fueron rematados en el piso por los soldados, dando así lugar a la macabra frase del “palomeo”, dado a que los agónicos que eran rematados vestían de blanco, clásico uniforme de trabajo cuyo color mitigaba la acción del sol.
La masacre se ejecutó durante la primera administración del presidente Arturo Alessandri Palma, paradójicamente quien prometió al pueblo una sociedad igualitaria en donde su “querida chusma” tendría el protagonismo. Por ello, Alessandri pasó a la historia como el primer presidente populista de Chile y a la oficina San Gregorio se le cambió el nombre a “Renacer” para tratar de ocultar su aciago pasado.