Un interesante artículo publicado en un diario de circulación nacional, da cuenta de un tema que a simple vista parece una disquisición semántica pero que en el fondo esconde una diferencia crucial. La diferencia entre un fenómeno sustentable y uno sostenible es que el primero se refiere a algo que se puede justificar mediante razones y que necesita un soporte externo para prosperar, en cambio lo sostenible es algo que no se cae, que no necesita de ese soporte exterior para su permanencia en el tiempo.
Aplicados al fenómeno del desarrollo económico ambos conceptos se han utilizado como sinónimos y tienen aceptación respecto a que se refieren a lo mismo. Sin embargo, esto no es así necesariamente. Solo un breve recordatorio: cuando hablamos de desarrollo económico nos referimos a la capacidad que tienen las sociedades de evolucionar en su capacidad productiva, crear riqueza, mantener la prosperidad económica y social, generando un aumento persistente del bienestar de su población.
¿Cómo se puede lograr que este fenómeno social tan deseado y a veces esquivo no dependa de “razones” o sustentos externos para permanecer en el tiempo y para que beneficie a toda una sociedad? Es decir, ¿cómo logramos que el desarrollo sea sostenible y no solo sustentable?
Es claro que para que ello ocurra se requiere ordenamiento en el amplio sentido de la palabra, jurídico, social y económico, medioambiental, entre otros, como también se necesita talento para la dirección política de la sociedad, es decir, para la formulación y aplicación de la política pública que finalmente traduce a acciones concretas y donde los lineamientos filosóficos de las distintas corrientes de pensamiento político, sean aporte y no escollos.
Igualmente debe generarse un cambio cultural de gran envergadura y el motor de aquello es la Educación en todos sus niveles. Solo un pequeño ejemplo de su impacto: en los espacios públicos de las principales ciudades japonesas prácticamente no se observan basureros (considerando que aquellas ciudades están entre las más pulcras del planeta). ¿Cómo han logrado aquello? Desde el colegio, en la primera infancia, instruyendo a cada niño que es responsable de la basura que genera y de su disposición final lo que significa que, en esos establecimientos no hay personal de aseo, cada estudiante es responsable “de su basura” y de hacerla llegar a los depósitos finales. De esta forma acciones y actitudes actuales de la sociedad japonesa están afectando positivamente a las futuras generaciones sin producir sacrificios ni deterioros, lo que constituye el corazón de la sostenibilidad. Y eso se logra con Educación.