Por más de 15 años, Juana Anza, agricultora de Río Grande, ha luchado contra enemigos microscópicos que invaden sus terrenos y afectan la producción de ajo, su producto estrella. Lo ha intentado todo para controlar nemátodos y hongos, desde la aplicación de productos químicos, pasando por rotación de cultivos, hasta darle descanso a los terrenos por algunas temporadas, pero nada soluciona su problema.
Hoy, el panorama cambió y ve el futuro con optimismo, porque los ensayos realizados por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), en el marco del programa de Control y Manejo de la Mostaza Negra, incorporando hongos endófitos en una de sus zonas más afectadas da resultados positivos. “Este producto que se aplicó es 100% bueno. Estoy muy agradecida del programa, porque me ha ayudado bastante con la mostaza y ahora con el ajo igual. Fue en una zona muy afectada, el año pasado no conseguí nada ahí, todo se fue a pérdida y ahora está muy bonito, está creciendo”, comentó feliz la agricultora.
Juan Luis Sepúlveda, agrónomo investigador de INIA, ha trabajado en terreno siguiendo el ensayo que partió en mayo pasado. “La diferencia entre zonas con aplicación de hongos endófitos y otra sin este tratamiento es visualmente evidente. En el cuadrante con aplicación no hay plantas muertas o con síntomas de enfermedad. Están todas vigorosas con un tamaño regular. Y en el lugar donde no se aplicó contabilizamos al menos cuatro o cinco plantas que están con síntomas de ataque de nemátodos y hongos. Están mustias, con clorosis, o sea están amarillentas. Entonces, claramente, están siendo afectadas a diferencia de las otras que no había ninguna con problemas”, explicó el especialista.
En el Banco de Recursos Genéticos Microbianos de INIA en la región del Ñuble, recibieron la noticia con gran alegría. Con estos resultados comprueban que el producto desarrollado por INIA da buenos resultados en un ambiente adverso como el precordillerano de El Loa.
“Lo más importante para nosotros fue haberlo incorporado en condiciones extremas, porque normalmente los microorganismos benéficos tienen un rango de temperatura, de pH, de humedad, donde funcionan. Pero el hecho que haya funcionado en un pH tan alto como en el norte, condiciones de alta salinidad, falta de agua, radiación solar elevada y temperaturas muy extremas es un tremendo descubrimiento que nos permitiría incorporar zonas que inicialmente nosotros pensamos que el producto no podría funcionar, pero gracias a esta experiencia estamos motivados para llevar esta tecnología a lugares extremos y apoyar a un mayor número de productores. Hoy, podríamos incorporar unidades de la agricultura familiar campesina desde Antofagasta hasta Punta Arenas, donde ya usan nuestro producto con excelentes resultados”, explicó Lorena Barra, agrónoma, ingeniera civil industrial y doctora en ciencias de la agronomía de la Universidad de Concepción, quien es la encargada de Laboratorio de Bioprocesos en el Banco de Recursos Genéticos Microbianos de INIA Quilamapu.
Investigación y desarrollo
El producto aplicado en los terrenos de la señora Juan Anza fue Endomix ® T1, hecho en base a una mezcla de dos cepas nativas de hongos endófitos facultativos del género Trichoderma, que el Instituto recolectó gracias a un proyecto ejecutado en conjunto con Conaf y el CABI de Inglaterra en la isla Robinson Crusoe.
Endomix ® T1, se desarrolló especialmente para la pequeña agricultura, puesto que viene formulado con componentes naturales que les permite un mejor funcionamiento en campo y en un envase con el contenido justo para ser usado en una mochila o bomba de espalda, lo que facilita el manejo por parte del agricultor.
¿Cómo actúa? En palabras simples son hongos benéficos similar a un probiótico. Una vez aplicado en los terrenos, ingresa a la planta, fortaleciéndola para que pueda enfrentar de mejor forma el estrés de tipo ambiental y biológico como el ocasionado por plagas y enfermedades, aumentando sus defensas de formas natural, muy similar a lo que pasa en las personas cuando consumen prebióticos en base a bacterias como los lactobacillus.
“Es un bioestimulante que hemos desarrollado para que promueva el crecimiento de las plantas. Sin embargo, lo más probable es que haya tenido un efecto antagónico importante frente a los distintos nemátodos que se encontraron en el huerto de la señora Juanita. Ahora la planta ha desarrollado defensas que le permite resistir mejor el ataque de plagas y enfermedades, además de tolerar condiciones ambientales adversas. Es lo que vemos en el resultado de Río Grande”, precisó la investigadora Lorena Barra.
Bárbara Vega, directora del Programa de Extensión, con Enfoque Territorial para el manejo y control de la Maleza Mostaza Negra, que ejecuta INIA con fondos del Gobierno Regional de Antofagasta y aprobados por el CORE, destaca cómo el Instituto trabaja de manera conjunta para mejorar la actividad agrícola y ayudar a los productores en todos los puntos del país.
“Los resultados que vemos tienen gran valor. Son producto de un trabajo conjunto entre investigadores y extensionistas de INIA por muchos años. Ver cómo un hongo recolectado en la isla Robinson Crusoe, pasa por nuestros laboratorios, se selecciona, caracteriza, se hacen pruebas y se fabrica un producto de fácil aplicación. Después, lo implementamos en un ensayo con la vigilancia de nuestros investigadores en El Loa y el resultado es que una productora después de 15 años pueda volver a cosechar, nos llena de satisfacción como programa y como INIA”, explicó.
Investigación, innovación y trabajo en terreno, una fórmula aplicada por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias que tiene como objetivo mejorar el futuro de la agricultura en la provincia de El Loa.
Para conocer más sobre esta tecnología, visitar la web www.endofitos.com
Acerca de INIA
El Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) es la principal institución de investigación, desarrollo e innovación agroalimentaria de Chile. Vinculada al Ministerio de Agricultura, cuenta con presencia nacional y un equipo de trabajo de más de 1.000 personas altamente calificadas. Ejecuta al año un promedio de 400 proyectos en torno a 5 áreas estratégicas: Cambio Climático, Sustentabilidad, Alimentos del Futuro, Tecnologías Emergentes, y Extensión y Formación de Capacidades. Estas iniciativas contribuyen al desarrollo agroalimentario sostenible del país, creando valor y proponiendo soluciones innovadoras a los agricultores, socios estratégicos y la sociedad, generando una rentabilidad social que varía entre 15% y 25%, por cada peso invertido en cada uno de sus proyectos.