Hace un par de días, el diario La Tercera, publicó una nota bajo el titular “el último gran terremoto fue hace un siglo: científicos alertas por enjambre sísmico en el norte del país”, tras evidenciarse una serie de sismos en el sector de Minera Collahuasi (Región de Tarapacá). Instancia donde además, avisaron de la eventual ocurrencia de un terremoto de grandes magnitudes para este sector.
En el reportaje, hablan de un gran evento telúrico ocurrido en Vallenar en 1922, lo que para Sergio León Ríos, sismólogo e investigador postdoctoral en el Advanced Mining Technology Center de la Universidad de Chile, es un poco riguroso, puesto que “la nota en cuestión dispara hacia todas partes. En ese sentido, parte hablando del último gran terremoto en la Región de Atacama y luego salta a la sismicidad en Collahuasi, para luego hablar del gap sísmico del norte grande. Como se puede ver, y como residentes del norte, las distancias entre las localidades que mencionan son bien grandes”.
Respecto a la probabilidad que un terremoto así ocurra, el experto señaló que “es cierto que el último fue hace ya más de 100 años. Por lo mismo, es una zona a la que hay que ponerle atención en el sentido de que si entendemos que terremotos grandes (magnitudes alrededor de 8.5) ocurren con cierta periodicidad, la zona estaría propensa a que ocurriera nuevamente un evento similar. Ahora, esto siempre viene con una nota al margen, y es que esa periodicidad no es exacta y es más bien un rango, lo que te abre la opción a que el terremoto pueda ocurrir pronto o en un par de décadas más”.
“Y eso es solo sobre el terremoto en la zona central. Para el norte grande de Chile, zona entre Arica y Antofagasta, se espera desde hace ya más de 150 años el próximo grande. Pero mientras eso no ocurre, la sismología ha avanzado y ha descubierto que hay zonas que no necesariamente tienen que generar un terremoto grande para liberar energía, esto es un fenómeno que se conoce como terremotos lentos, y es lo que se estaría dando en el norte grande. Esto no quita que ocurran terremotos “más pequeños” como el de Iquique en 2014 o el de Tocopilla en 2007, que si bien son destructivos, no son de la magnitud de lo que se vivió en la zona central para el 27F en 2010″, agregó.
Y respecto al “enjambre sísmico” que ha habido en la Región de Tarapacá, León Ríos dijo que “para que una serie de sismos sea considerado como enjambre, lo primero es que estos ocurran en un área acotada. Lo segundo es que su magnitud sea similar (es decir la mayoría con magnitud 3 por ejemplo), ya que si hay uno con magnitud más grande se podría estar hablando de un sismo principal y sus precursores o réplicas”.
“Y respecto a que si los enjambres podrían dar pie para un próximo terremoto, aquí la respuesta es sí y no, dependiendo de la ocasión. En Chile se han dado ambos casos, tenemos un enjambre sísmico, hay una serie de eventos con la misma magnitud, en una ventana de tiempo de semanas o meses, y luego no pasa nada, y nos quedamos ahí con la tensión de que algo más grande viene y no, la sismicidad se calma y todo vuelve a la normalidad. Este caso es muy común de ver en la costa de la Región de Atacama, donde de tanto en tanto hay eventos de tipo enjambre que se terminan diluyendo sin un sismo mayor. Ahora, ha ocurrido también el otro caso, en donde una serie de eventos en una zona acotada termina en un terremoto, y ese es el caso del terremoto de Iquique en 2014”, continuó.
Finalmente, en la nota de La Tercera, se habla de los sismos “intraplaca”, los que según afirmaron pueden resultar más destructivos que terremotos de otro tipo. Sergio, también se refirió a esta denominación, “lo especial que tienen estos eventos, son su profundidad (entre 80-150 km) y la poca cantidad de eventos con magnitud grande (mayor a 6). Es cierto que estos sismos pueden ser muy destructivos, ya que si ponemos su epicentro en el mapa, nos damos cuenta que muchas veces coincide con la ubicación de las ciudades en la zona del valle longitudinal o la depresión intermedia”.
“Esto hace que las ondas sísmicas que son generadas por el temblor sacudan directamente las construcciones de las ciudades, pudiendo afectarlas de forma más destructiva. El ejemplo mayor es el terremoto de Chillán en 1939, donde la destrucción fue tal que obligó a la ciudad a moverse un par de kilometros”, cerró.