Levantada en los albores de la conquista en el siglo XV, este pequeño templo fue edificado por misioneros católicos y yanaconas con el fin de evangelizar en dicha fe a los pueblos Aymaras. Se encuentra a 105 km al sur de San Pedro de Atacama.
Si bien estos vestigios fueron declarados como monumento histórico en 1951, es la única iglesia colonial que se halla en estado de abandono dado a que los poblados aledaños se fueron desocupando. Pese a ello, posee un fascinante dato que la hace muy atractiva.
Según documentos del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), sería la segunda más vieja de la región después de la iglesia de San Pedro de Atacama (1557) dado a que nuestra capilla fue erigida en 1588. Las demás iglesias como Toconao, Caspana, Chiu Chiu o Conchi Viejo lo fueron ya a mediados del 1600.
Hecha a un costado de la ruta del Inca, nadie percibiría que se trata de una construcción de carácter católico de no ser por un improvisado altar hecho entre sus murallas y que aún conserva. No obstante y a diferencia de sus hermanas, el templo fue construido en base a los preceptos arquitectónicos de los incas.
Construcción
Según consta el CMN “Sus murallas fueron hechas totalmente en piedra con una técnica constructiva propia del mundo incaico basada en ensamblar piedras sin labrar. A pesar del deterioro, es posible afirmar que dentro de la capilla haya existido una mesa de altar hecha de piedra y adobe”.
Asimismo, los vestigios presentan una asombrosa semejanza con las ruinas del Pucará de Turi en Calama, hecha como tambo por los Incas en la era prehispánica. Dicho tipo de estructuras se caracterizaban por las minuciosamente milimétricas superposiciones de las rocas, motivo por el cual se conserva buena parte de su mampostería incluso resistiendo terremotos e inundaciones por casi cinco siglos.
Por ello su distante estilo con las iglesias aún preservadas del Alto Loa, las cuales empleaban mayormente el adobe, la caña, argamasa, revoques de barro con paja, maderas de algarrobo, chañar y cactus. Asimismo es la única que continúa con su estructura original, dado a que las demás han sido remodificadas y hasta reconstruidas dado a los daños propios del tiempo, especialmente los sismos.
Solo se sabe que en el siglo XVII el pueblo de Peine se trasladó al lado sur de la quebrada, y de ahí habría quedado en abandono. Hoy el lugar es un monumento histórico solo en papeles archivados del CMN. Sus ruinas hoy constituyen un esqueleto histórico perdido en el desierto y en la memoria de la región. Paradójico es elucubrar además que es el fruto de un trabajo casi pagano a ojo de los hispanos, porque fue construido para adorar a un Dios católico pero con la arquitectura de una civilización no católica, la cual le brindó una capilla más resistente que sus propias iglesias.