Entre Antofagasta y Calama por la ruta 25, en las inmediaciones del sector oasis y emplazada al costado sur de la calzada se erigen una serie de murallas de adobe encuadradas en filas con marcos de puertas y ventanas. Aquí su historia.
Primera década del siglo XX. La pampa nortina rebosaba de pequeños asentamientos en donde miles de familias migrantes del sur de Chile y de países aledaños llegaron para trabajar en la extracción del salitre.
En dicha bonanza las atenciones de emergencia eran casi nulas. Si alguien sufría un accidente grave en cualquier cantón del norte, era bajado a lomo de mula o en carretón hasta los puertos de embarque (Iquique, Tocopilla, Antofagasta o Taltal) para recién ser asistido por un profesional. Muchos fenecían en el tramo.
De no ser tan grave el accidente se esperaba la visita del médico de turno a dicha salitrera, visita que variaba de una a dos veces por mes. Esta situación de “no gravedad” muchas veces era grave, solo que se garantizaba que el agónico podría resistir al menos un par de semanas hasta la llegada del médico.
El sanatorio
Cuando Chile celebraba su primer centenario de independencia, la actividad en el cantón boliviano (nombre puesto a todas las oficinas de la región de Antofagasta) bullía de vertiginosa actividad extractiva, no obstante los accidentes laborales aumentaban y muchas veces, con resultados fatales.
Por la gran pérdida de tiempo en el traslado del herido, el médico masón Lautaro Ponce Arellano, quien visitó las oficinas nortinas, advirtió la falencia y propuso fundar un sanatorio en medio de éstas para bridar auxilio oportuno.
Contó con el beneplácito y el apoyo de las autoridades de Antofagasta y así, en 1911 (un año antes del hundimiento del Titanic) fundó el sanatorio de Pampa Blanca. El recinto prosperó y las familias obreras vieron con esto una garantía de bienestar.
Al respecto el historiador Damir Galaz-Mandakovic dijo que “En estricto rigor Pampa Unión no fue una salitrera, sino que fue un pueblo de servicios para los habitantes de las salitreras. El inicio de la urbanización fue gracias a la construcción de un hospital en manos del médico Lautaro Ponce Arellano, en 1911. El lugar correspondía a la estación de ferrocarriles del mismo nombre en la zona de llamado Cantón Central. La población flotante que la caracterizó llegó a superar los 15 mil en la década de 1920”.
Libertinaje
Pero a su alrededor proliferó una población no planeada, llegando a constituirse en 17 manzanas que ofrecían espacios de hospedería, muchas cantinas y prostíbulos. Inclusive viejos pampinos refieren a que a Pampa Unión (rebautizada así por ser el centro común de varias salitreras) se le conoció como la pequeña Sodoma del norte.
Galaz-Mandakovic explica que “ofrecía un comercio diverso y alternativo al comercio monopólico de las salitreras, pero, al poco andar, devino en un territorio de goce y desorden, donde la moralidad era desplazada. Era el lugar para la catarsis ante las extensas jornadas de trabajo siendo el alcoholismo y la prostitución sus principales identidades culturales”.
Pese a este bullicio, Pampa Unión no fue controlada por las autoridades dado a que se encontraba en una zona que no era de importancia económica ni estratégica. Motivo de lo anterior fue brutalmente golpeada por la peste bubónica que azoló a las oficinas del norte entre 1912 a 1920. Por lo mismo se abrió un cementerio en la salida del pueblo, el cual aún subsiste pero con sus tumbas completamente profanadas.
Otro dato curioso de Pampa Unión (al menos para la época) fue que no contaba con iglesia ni capilla. Era un poblado sin Dios ni ley.
Declive
El debacle en el precio del salitre en el comercio internacional, afectado tras la invención de un sucedáneo sintético durante la Primera Guerra y rematado ya con la crisis financiera mundial de 1929 descalabró la economía nacional y de paso, puso fin a Pampa Unión y otras cientos de salitreras.
Damir explica que “A su vez, el despoblamiento que evidenció, manifiesta la propia borradura que ejercieron las fuerzas y flujos del mercado y los precios de las mercancías en las diferentes bolsas internacionales. Entre todas esas fuerzas, estaba el obrero salitrero y sus familias que construyeron en esos parajes, una densa memoria”.
Pampa Unión queda despoblada en 1950, cuatro años después la municipalidad de Antofagasta ordenó su desmantelamiento para evitar que se generase una gueto marginal. Hoy, solo quedan las paredes y su camposanto.
Pese a que dichas ruinas fueron declarados monumentos históricos por el Consejo de Monumentos Nacionales en 1990 por “su valor patrimonial como vestigio de lo que fuera la época de oro del salitre en el desierto de Atacama”, no cuenta con ningún tipo de garantías.
Pero si ha de pasar por el lugar en vehículo, tome algo de tiempo y realice el ejercicio de bajar y recorrer las estrechas calles que constituyen el esqueleto del poblado. Se asombrará por la cantidad de publicidad sexual y ofertas de alcohol que hasta hoy, casi 60 años más tardes, prevalecen en medio de la nada.