La región de Tarapacá fue la que más oficinas salitreras tuvo en todo el Norte Grande. Y ello significó importantes riquezas para los dueños de las oficinas quienes con pompa decoraban sus casas o traían a importantes artistas como Sara Bernhardt, según consigna el medio de historias pampinas Don Caliche.
No así los terrosos pampinos que a “pica y barretazos” en pleno sol en la pampa sacaban el importante material para la fertilización. Pero ¿Qué interpretación le dieron los viejos pampinos al origen de salitre?
Leyenda
Los viejos pampinos tarapaqueños que aún quedan con vida cuentan que, en tiempos lejanos, dos indígenas descendieron desde la Quebrada de Camiña hacia el litoral cruzando todo el desierto.
Estas excursiones no eran raras en aquel periodo del siglo XVIII, ni antes, ya que prevalecía el intercambio económico y cultural con los changos que habitaban en la costa: el trueque era sencillo, no así el extenso viaje por la Pampa del Tamarugal donde el sol, la arena y lo agreste del terreno era sólo para expertos excursionistas. En el silencio del despampado, los indígenas llevaban guano y pescado convertido en charqui.
La tradición susurra que aquellos dos viajeros, cuyas sombras se perdieron en la inmensidad del desierto, siguieron su camino hacia el misterioso norte, donde el viento aún guarda el eco de sus pasos, ya que en el lado sur y central, y ocupada por los españoles, habían minas de plata donde indígenas y negros recluidos, eran utilizados como esclavos para la extracción de leña, la cual servía para avivar los hornos de fundición.
En esta travesía, y con la noche aproximándose, ambos indígenas decidieron pernoctar en medio de la pampa hasta que amaneciera y así seguir su senda.
La fría noche hizo que se guarecieran alrededor de una fogata y así descansar al calor de las brasas. Fue allí cuando la tierra empezó arder, las llamas salían desde grietas abiertas en el suelo. Estos indígenas, aterrorizados por lo que estaban viendo, comenzaron a correr para escapar de lo que -según ellos- era algún espíritu maligno que les estaba llamando la atención.
Entre la desesperación, llegaron a Camiña y decidieron narrar este hecho al habitante más longevo, a quienes todos respetaban por su sabiduría. Escuchó con atención el relato de estos pavoridos quienes llevaron una muestra de un material nunca antes visto. No tomando mucha atención, y después de reflexionar, tomó estos puñados que trajeron los indígenas y los arrojó en los vergeles que caracterizan a Camiña: su clima y lugar estratégico hacían las condiciones perfectas para el cultivo de hortalizas.
Al poco tiempo, lozanas y llenas de vida apareció su chacra, por lo que el anciano con alegría recomendó a todo el pueblo usar este material para sus huertas. Y así, cuenta la leyenda, fue el origen del salitre.